Señoras y señoras, si bien apenas la semana próxima pasada, en este mismo espacio anotábamos, o, mejor dicho, preguntábamos ¿empieza el derrumbe?, ahora, transcurrida una semana apenas, estamos señalando que la caldera se calienta y puede empezar a arder la aldea.

Porque, después de ver y oír lo ocurrido en la semana, nadie va a dudar que los decibeles de los sonidos, el sonar de los tambores de guerra y las caras pintadas en franca señal de lucha, están anunciando que el choque es inminente.

Lo de Ucrania contra Rusia, dicen los bebedores de café, será cosa de párvulos comparado con lo que está por venirse en tierras aztecas.

El choque entre el Ejecutivo, representado por nadamas y nadamenos que por el señor presidente de la República y el Poder Judicial, encabezado por la Ministra Norma Piña, quien, de nueva cuenta, vuelve a ganar otro round, al impedir la transferencia de la Guardia Nacional a la Secretaría de la Defensa Nacional, es a todas luces también una clara y perfecta declaración de guerra.

Las voces suben de tono, las manos se alzan amenazadoras y los rostros crispados y enrojecidos de quienes debieran de demostrar calma, sensatez y respeto, demuestran también que ya no hay marcha atrás y las palabras de “El Ferras” se hacen presente: “ ‘ora la bebes o la derramas”

Y en Veracruz, donde también hace aire y hacen sus nidos las olas del mar, el horno no está para bollos.

Un garrafal error político por parte de la elite gubernamental, va a estallar peor que cohetones en tiempo de feria.  La falta de oficio político, la falta de interlocutores y los atinados consejos de asesores que no se ven por ningún lado, provocaron un desaire de dimensiones insospechadas que, en muy poco tiempo, pero muy poco tiempo, van provocar serios dolores de cabeza.

La falta de oficio político quedó plenamente demostrada en la reciente visita del secretario de Gobernación, quien es, válgase la exposición, quien lleva, maneja, conduce, se responsabiliza y atiende todo aquello que tiene que ver con la política interior del país. O sea, para que quede más claro, es el segundo personaje en importancia en la vida política del este país llamado México y por ende, sin necesidad de que hubiese habido alfombra roja o haberle quemado incienso a su llegada, si era menester, al menos, presentarle las debidas consideraciones y muestras de un recibimiento a la altura de su investidura.

Lamentablemente, fue evidente, se vio todo lo contrario y la falta de oficio, repito, en este particular caso, habrá de traer sus consecuencias.

Con esos dos casos, por mencionar dos únicamente, podemos decir y afirmar que la caldera se calienta y que la aldea está a punto de arder.