El panorama que se visualiza, a ojo de buen cubero, -así dicen los especialistas de la vida-  es que el derrumbe ya empezó y apenas estamos en el transcurso del cuarto mes del 2023. Para el 2024, aún falta un gran trecho.

Y, conste, no es fatalismo. Dijimos que es lo que se visualiza.  Veamos por qué.

Todos los mexicanos, conste, dijimos todos, los fifís, los conservadores, los de la mafia del poder, los chairos, en fin, todos, siguen y seguimos esperando a que la gasolina nos la vendan en 10 pesos, tal como se nos había prometido.

También todos, los que anotamos arriba y los que quiera usted agregar, siguen y seguimos en espera a que se nos informe si el avión presidencial, ya se vendió, en cuánto fue vendido, ya se alquiló para fiestas, o sí de plano, se volverá a rifar. Obvio, de paso que se nos diga cuanto nos ganamos por lo de la rifa anterior.

Seguimos también esperando a que la salud que se nos prometió sea como la de Dinamarca o la de Canadá, así como nos lo habían ofrecido. Aunque, viéndolo bien, cada vez se parece más a la de Cuba, de donde trajeron médicos para que vaya a donde los doctores mexicanos no quieren ir.

Por su parte, los campesinos mexicanos, aún esperan, luego de cuatro años de la 4T, a que les lleguen los insumos necesarios y suficientes para hacer producir la tierra, que les den certeza jurídica en sus propiedades, a que les otorguen precios de garantía a sus productos, a que alejen los coyotes, a que les aseguren que sus productos no les serán robados; a que les otorguen capacitación, el uso de nuevas tecnologías y a que ya nos los estén “invitando” a mítines que nada les generan, excepto perder el tiempo.

Y vaya que no son pocos los productores de las distintas ramas de la producción los que están demandando, a gritos, ser atendidos y apoyados para rescatar el agro mexicano. Cafetaleros, maiceros, arroceros, ganaderos; productores de frijol, chayote, tomate, cítricos, etc., siguen en espera a que el gobierno de la 4T voltee a verlos y los atienda.

Y la gente –los mexicanos todos- están esperando a que el AIFA, se convierta en un aeropuerto de primer nivel- porque así nos los prometieron-, a que la refinería de Dos Bocas, llamada Olmeca y pronto rebautizada con el nombre de “Andrés Manuel López Obrador”, empiece a refinar  gasolina porque ya no queremos ni debemos  importarla, y a que el Tren Maya, ese proyecto que está devastando el sur-sureste de México, empiece a movilizar al millón de turistas que habrán de generar un importantísima derrama económica en aquella turística región. Todo eso y más es lo que queremos.

Sin embargo, nada de eso se ve, ni se ha visto. Pero, lo que, si se ha visto, por ejemplo, es la guerra interna entre las llamadas corcholatas del presidente, quienes ya se les hizo tarde para empezar la carrera en busca de la silla que ahora ocupa el hombre de Macuspana, Tabasco.

Y el derrumbe empieza cuando la división y la ambición se hacen presentes y, a la vista de todos, está la lucha enconada por ganar en preferencias. Ahora sí, inversamente a los Tres Mosqueteros, de que Uno para todos y Todos para Uno, aquí, lo que más se ve es que hay Tres en contra de uno y uno en contra de los otros Tres.

Sus recurrentes visitas a Veracruz generan inquietud en la clase política, de manera particular en la clase gobernante, por cierto, cada vez más dividida, sin liderazgo firme al frente y, lejos de cohesionar, genera mayor división, al grado de que ya no saben con quién participar sí con melón o con sandia.

Es parte del derrumbe que ya se ve, se nota y se siente en todo lo largo y ancho del territorio nacional y Veracruz, la joya de la corona, se hace presente con su falta de liderazgo y un gran retraso en todos los niveles. Así es, es el derrumbe que ya está presente, manifiestan los especialistas.