Luego de que ya se tomaron las decisiones y que ya hay definiciones en torno a los candidatos y candidatas a los gobiernos de los estados en donde en el 2024 se habrán de renovar mandatarios, viene ahora la participación de los chapulines políticos, esos personajes clásicos que, sin pensarlo dos veces, cambian del trapecio, ignorando si hay o no malla protectora.

No será nada nuevo y menos algo que sea diferente a como ha ocurrido en elecciones pasada. Ya hay quienes hablan de que ser chapulín se volvió moda y los especialistas de la lengua ya refieren que la acción de cambiar de un partido a otro, o sea la palabra chapulín, se convirtió en el verbo que muchos políticos conjugan con  desmedido placer.

Aunque ya se anunció que para aquellos participantes que no alcanzaron premio en la lotería política de las encuestas habrá, aunque sea, un reintegro, nada les servirá de consuelo cuando ya daban por hecho que el merecimiento para ser perfilados, les correspondía a ellos y nadamas a ellos.

Y no se ignora que muchos de los aspirantes y suspirantes, sabiendo que su partido no los postularía, ya habían iniciado pláticas con los dirigentes de otros institutos políticos y el momento de la consumación, ha llegado.

Los chapulines no se van solos, se llevan a aquellos que les muestran su simpatía, su lealtad y apoyo. Las declaraciones fuertes, esas que llevan acusaciones, señalamientos y hasta uno que otro recordatorio materno, van a salir a la palestra y serán parte de los encabezados de los medios de comunicación en todos sus niveles.

Los tricolores pasarán a ser azules, los azules se va a ir a cantar la de na,na,na,na, de Dante Delgado; los morenos se van a poner la camiseta amarilla perredista, los verdes se volverán tricolores y todos se habrán de poner la camiseta del color que más y mejor les acomode. Al empezar la fiesta… ¡los chapulines al ataque