Cada inicio de año, hablamos o escribimos algo relacionado con la penosa y empinada cuesta de enero.

Siempre hemos dicho que la dichosa cuesta no es nadamas de enero. No, la cuesta es de todo el año, porque todo el año hay que tronarse los dedos y ver cómo se le hace para completar el gasto y alimentar a la familia.

Desde que inicia enero, los paterfamilias sufren día con día para comprar los alimentos, el gas, la ropa, los medicamentos y todo aquello que en el hogar es necesario y útil.

Escuchar en las noticias o leer en algún medio impreso que ya se ha sido programado el incremento en gasolina, galletas o jitomate, hace que a cualquier mexicano se le ponga la carne de gallina, todos sabemos que detrás de esos aumentos, siempre vendrá una cascada en los demás productos.

Pedir carga de gas para un tanque estacionario y ver el recibo, hace que el consumidor se quede patitieso al observar que la pura carga de ese combustible ya se llevó más de media quincena y cuando se le inquiere al despachador, con una calma más que natural, responde:

-Es que hubo un incremento, patrón.

Y si los productos alimenticios suben de precio y comer ya viene siendo un lujo, hay que imaginarse lo que ocurre con el precio en los medicamentos, los cuales también participan en la carrera de incremento en los precios, sin que nadie ose detener ni una escalada ni otra. O sea, sin que nadie intente detener el incremento en los precios de los alimentos ni de los medicamentos.

Luego entonces, si comer es un lujo, enfermarse y atenderse con los precios que tienen las medicinas, es ya un placer que no cualquiera se puede dar. Ya se ha dicho que los enfermos se mueren más por no poder comprar los medicamentos que por la enfermedad misma.

¿Hasta dónde llegará la actual cuesta de enero, toda vez que aún seguimos subiendo la de años anteriores? No lo sabemos. Lo que sí sabemos es la actual cuesta va a llegar a diciembre de este año y habremos de empezar el siguiente año y todavía la estaremos resintiendo.