Hubo una vez, en un país muy lejano, vivía un rey tropical, al que le gustaba dar soluciones a todos los problemas en base a lo que dijera Su Dedito.

Así, cuando al rey tropical le pedían que respondiera algo o resolviera algún asunto en el que su intervención era definitiva, siempre decía, “lo que diga mi dedito” Y sonreía con estruendosas carcajadas.

El tiempo transcurría y se acercaba el momento en que aquel rey tropical debía entregar el mando del reino que con “Su Dedito” gobernaba. Ah, se me olvidaba decirles que en aquel lugar se practicaba la elección de los gobernantes o futuros reyezuelos de unan manera democrática, ortodoxa sí, pero democrática. Porque así lo dictaba el “Dedito”

Entonces, aquel rey tropical, olvidándose que le asistía el derecho divino de “Su Dedito” un buen día amaneció con la gran ocurrencia de invitar a sus súbditos a participar en una encuesta para ver quién podría resultar favorito a sucederlo en el trono.

Cabe mencionar que aquel rey tropical casi nunca se equivocaba y él se ufanaba de siempre tener la razón, ya que para eso era el rey. Pero cometió el error de abrir la puerta de la oportunidad para los que quisieran participar para ocupar el trono y más de uno alzó la mano y, a partir de ahí, todo se le salió de control.

Sus asesores, auxiliares y patiños, quienes siempre estaban a su servicio, pero a los que nunca escuchaba, le habrían advertido de que hacer una invitación abierta para que se anotara todo aquel que se sintiera con méritos suficientes para sucederlo en el trono, aunque era parte de lo que dictaba la democracia, no podría ser la mejor forma de elegir a un potencial sucesor. Incluso le indicaron que lo mejor era hacer uso de “Su Dedito”

Sin embargo, como el rey era el rey, se olvidó de hacer uso de “Su Dedito” y cuando se dio cuenta, ya le habían agarrado la palabra varios suspirantes quienes se sentían con los atributos necesarios y suficientes para emprender la epopeya de ir en búsqueda de adeptos que los impulsaran y obtener el mayor número de votos.

De pronto, todo se le salió de control a aquel rey tropical y cuando se percató de su crasso error, los suspirantes lo empezaban a rebasar por la izquierda, por la derecha, por arriba y hasta por abajo se le estaban pasando sus suspirantes, a quien de manera coloquial había bautizado como sus taparroscas.

Hoy, en un ambiente más que enrarecido, el rey tropical, sabiendo que cada vez le queda menos tiempo en el trono, viendo que los problemas se le multiplican y observando que poco a poco pierde poder, observa perplejo como las llamadas taparroscas, algunas, ya buscan nuevos horizontes y el apoyo de otras estructuras para poder alcanzar la cima y la silla que dentro de unos cuantos meses estará vacante.

-Ya ve, señor, le dicen sus más cercanos, más le hubiera valido hacer uso de “Su Dedito”

Nota de la R. Este cuento aún no ha terminado.