El tiempo, el padre tiempo, la medicina para los mortales, sigue su tiempo sin detenerse –jamás se detendrá- y, los acontecimientos, siguen cimbrando las estructuras de todo el país. No pasa un solo día sin que la sociedad, horrorizada de todo lo que está pasando, muestre su cara de asombro e indignación por no poder entender qué es lo que quieren decir los responsables de la conducción del país.

Por ejemplo, escuchar decir al doctor Hugo López –Gatell que, pese a los 100 muertos que ha provocado el coronavirus, siga insistiendo en que “vamos bien” es motivo suficiente para que la mayoría de los mexicanos, le pregunte al señor subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, sí a que hayan muerto más de cien mil personas y que para el próximo marzo, la cifra rebase los 150 mil, para él le significa que “vamos bien”

Pero no, no pasa nada.

Que Tabasco, Chiapas y el sur de Veracruz estén inundados, que se haya dado la orden de que se abrieran las compuertas de las presas y se inundaran muchas de las zonas habitadas por familias de escasos recursos; que los apoyos gubernamentales no estén fluyendo y la gente clame y esté mentando madres por la desesperación y la impotencia de ver perder sus escasas pertenencias, es como para que vaya algún funcionario de la 4T y les diga que todo está bien y que no pasa nada, es motivo de un análisis psiquiátrico.

Pero no, no  pasa nada.

Que los padres de niños enfermos con cáncer, no encuentren el idioma adecuado para comunicarse con los responsables de la salud y decirles que no hay medicamentos oncológicos en los hospitales; que doctores y enfermeras, personal médico y administrativo, estén enfermando  y muriendo de Covid, ante una indiferencia e indolencia por parte de las autoridades sanitarias y que sus respectivos familiares escuchen decir que “vamos bien”, suena a burla.

Pero no, no pasa nada.

Con dos ejemplos son suficientes para señalar, tal lo cita el titulo del presente editorial: En este pueblo nunca pasa nada, y cuando pasa, tampoco pasa nada.

O, dígame Usted, lector, lectora, aterrizando en la aldea, ¿qué es lo que ha pasado con los cientos de homicidios que en menos de dos años han ocurrido en Veracruz? En Papantla, asesinaron a la periodista María Elena Ferral; en la salida de su casa, en Medellín, fue ultimado a tiros el diputado y dirigente de la LCAySC-CNC, Juan Carlos Molina Palacios; hace unas semanas, fue “levantada” y asesinada la alcaldesa del municipio de Jamapa, Florisel Ríos Delfín; en Acayucan, balean la casa del alcalde Cuitláhuac Condado; en Poza Rica, un reportero de un medio local, sufre primero un intento de secuestro y a los picos días, un vehículo de la empresa periodístico, es baleado.

Pero no, no pasa nada.

Y así, podríamos continuar escribiendo de múltiples hechos que a diario ocurren a lo largo y ancho de la entidad veracruzana, pero, a pesar de ello, aquí, seguirá sin pasar nada, porque “en este pueblo nunca pasa nada y cuando pasa, tampoco pasa nada”