Vamos a partir del punto de que la relación que los mexicanos tenemos con la política es tóxica y este 6 de junio tenemos una cita con las urnas, que marcará el Ecuador del sexenio.

Se trata de definir el rumbo que queremos que siga el país y ejercer la catarsis que implica premiar o castigar en las urnas. No obstante, más allá de la pandemia me parece que llegamos enfermos de antaño, y que se vislumbran signos del síndrome de Estocolmo.

El síndrome de Estocolmo es una de las reacciones psicológicas que más llaman la atención, quizás porque su razón de ser resulta difícil de comprender. Este síndrome, al que se dio nombre en 1973, se produce cuando la víctima de un secuestro o retención desarrolla una relación de complicidad y un fuerte vínculo afectivo con su raptor. También se relaciona con situaciones de abuso, violencia o maltrato psicológico o físico, en las que, en cierto modo, existe también una suerte de cautiverio implícito o incluso explícito.

Así nosotros con los partidos políticos y su oferta democrática, y esto me resulta profundamente indigno.

Porque realmente nuestro voto solamente tiene dos opciones que implican premiar o castigar a un partido que ha antepuesto un proyecto de poder a un proyecto de nación y que nos ha dividido profundamente o a una oposición que no ha tenido la suficiente humildad para pedir perdón por sus errores del pasado y que refleja una estratosférica desesperación en la incompatibilidad ideológica que refleja su unión, si es que acaso responden a alguna ideología más allá de la mercadotecnia.

Lo más triste del caso, es que ninguna opción se presenta como una solución a los problemas de nuestra nación, que sin duda seguirán latentes, y que nos hablan de otra pandemia silenciosa que está suelta por el mundo y que amenaza a las democracias.

Porque más de la mitad de la población mundial no vive bajo un régimen democrático, los países que salieron mejor librados de la pandemia no lo son, y no es ningún secreto que hay un desencanto global con la democracia porque ha fallado en resolver las desigualdades y traer el progreso necesario para las sociedades. Panorama que no le es ajeno a México, y que se vislumbra en el último estudio de Latinobarómetro , en el que se muestra que tan sólo el 16% de los mexicanos está conforme con la democracia.

Dato que no debe pasar desapercibido. Sobretodo cuando nuestro mapa político está a punto de ser desdibujado, por segunda ocasión, y aun no sabemos qué es lo que va a surgir. En un contexto en donde los balazos han borrado a los abrazos, con los 88 políticos que han sido asesinados, que anuncian no sólo que estamos por vivir las que podrían ser las elecciones más violentas de nuestra historia. Sino que también vivimos en un país en el que se mata porque es posible matar, sin que haya mayor consecuencia, y que los cartuchos evitan que lo que no se quiere llegue a las urnas.

A lo que habrá que sumarle la llegada de los reflectores internacionales después del artículo de The Economist, que califica al presidente López Obrador de una falso mesías y de un peligro para la democracia mexicana. Por lo que hace un llamado, para que los mexicanos salgan a votar en contra de su partido.

Así es como llegamos a la cita que tenemos con el destino, este 6 de Junio.

El último en salir apague la luz.

Twitter: @HenaroStephanie