Por Edgar Hernández*

Veracruz, primer lugar en asesinato de periodistas.

Tres años después y en nombre de una necia lucha contra el neoliberalismo, López Obrador justifica desde los asesinatos a periodistas hasta el cadáver de un niño encontrado en el basurero de un Reclusorio en Puebla, “fruto podrido que dejó la política neoliberal”, según él.

Lo del asesinato de la periodista Lourdes Maldonado, ultimada de tres balazos en la cara, responde –dice el ejecutivo- a una “degradación progresiva… casi a la par de la llamada política económica neoliberal”.

Cierra los ojos y acusa males ajenos al abstraccionismo del neoliberalismo cuando todo mundo sabe, como asegura el abogado y político veracruzano, Ignacio Morales Lechuga, que el asesinato de la periodista Lourdes Maldonado, en Tijuana “trae todo el sello del ex gobernador Jaime Bonilla Valdez”.

Es el mismo modus operandi, “igual al sucedido en su momento con el crimen del “Gato” Félix, Héctor Félix Miranda, fundador del semanario Zeta, asesinado por sicarios de Jorge Hank Rhon”.

El punto es que, por si no fuera suficiente el difamar, hostigar, calumniar, desacreditar, insultar y observar la masacre contra los periodistas, ahora se suma la “Ley Mordaza”, que llevará a las empresas periodísticas al cierre de sus espacios informativos críticos al gobierno por órdenes de la Suprema Corte.

La semana pasada la Primera Sala de la SCJN aprobó por unanimidad una decisión que limitará severamente la libertad de expresión, al darle el control y la supervisión de los noticieros de radio y la TV —pública y privada— a censores oficiales.

A partir de esa disposición todos los noticieros tienen que diferenciar con claridad información noticiosa de la opinión de quien la presenta.

En segundo lugar, da a censores gubernamentales la facultad para suspender precautoriamente los noticieros que a su juicio afecten esta disposición.

Tercero, los códigos de ética de todos los medios tendrán que ser validados por funcionarios de gobierno y, finalmente, impondrá sanciones económicas para los medios que incumplan lo anterior (incluido el no sacar sus noticieros del aire).

Este tipo de regulación no existe en ninguna parte del mundo y como dice con sorna el analista Javier Tejado Dondé, hasta el presidente Kim Jong-Un, de Corea del Norte, intentará replicar este interesante concepto para su país.

Mientras a nivel estatal, en Veracruz, Cuitláhuac García minimiza e ignora asesinatos a comunicadores.

Rápido olvida que en lo que va de su administración seis periodistas han caído bajo las balas asesinas sin que emprenda acciones legales más allá del “caiga quien caiga”. “Nadie fuera de la ley” y el “No descansaremos hasta encontrar a los culpables”.

Apela al olvido histórico.

Pero en Veracruz hay memoria. Hay memoria en los periodistas y, fundamentalmente hay memoria en los familiares de los reporteros acribillados.

¿Cómo olvidar el asesinato del periodista crítico, José Luis Gamboa, en el barrio de La Floresta en el puerto de Veracruz, cosido con 18 puñaladas?

Y como apelar a que ya nadie se acuerde que del 2018 a la fecha se contabilizan cinco comunicadores más: Jacinto Romero Flores, en agosto del 2021; María Elena Ferral, periodista de Papantla, asesinada a balazos por la espalda en abril del 2020 y de lo cual, ahora se sabe de la complicidad del Poder Judicial estatal con el cacicazgo de Papantla, y Jorge Celestino Ruíz Velázquez, asesinado y mutilado en agosto del 2019.

Veracruz, de acuerdo a organizaciones civiles no gubernamentales y gremios de comunicadores organizados ocupa el primer lugar en asesinatos de periodistas (Gráfica anexa).

Pero eso le vale madre al gobernador.

Con ese modo rarito de explicar, reitera que no hay complicidades, que no hay corrupción, que se actúa conforme a derecho y que Veracruz vive en un marco de seguridad y paz social.

Tampoco ve ni oye la embestida de los siete u ocho cárteles delincuenciales; tampoco la disputa de El Cartel Sinaloa, de los hijos de El Chapo, contra el Cartel Jalisco Nueva Generación; tampoco la escalada de feminicidios que nos coloca desde hace tres años en segundo lugar a nivel nacional, ni las pendejadas que se orquestan desde la oficina pegada a la suya, la del Secretario de Gobierno, donde Eric Cisneros reprime a los enemigos y juega con los periodistas chayoteros al Anonymous.

De hecho no ve nada más allá de ese pleito absurdo que se trae contra  Ricardo Monreal, donde desempeña el triste papel de títere.

Días, sin duda aciagos los que vivimos los periodistas en espera ver pasar el cadáver de la 4T.

Solo hay que esperar tantito, ya asoma el 2024.

Tiempo al tiempo.

*Premio Nacional de Periodismo