El pasado 15 de noviembre, en muchos estados del país y en la propia CDMX, hubo marchas, manifestaciones y consignas de un gran número de mexicanos que se sienten y dicen estar agraviados por la situación política, social y económica que se vive en toda la República Mexicana.
La gente, los mexicanos de todos los niveles, salieron a marchar portando un sombrero semejante al que usaba Carlos Manzo Rodríguez, el alcalde de Uruapan, Mich., que fuera ultimado el pasado 1 de noviembre, en señal de protesta y de repudio por el artero crimen de que fue objeto, allá mismo, en la cabecera municipal que gobernaba.
El afecto que el ultimado alcalde se había ganado, a raíz de sus fuertes declaraciones y señalamientos, amén del enfrentamiento que sostenía contra grupos del crimen organizado, le valieron y le granjearon el reconocimiento y la admiración de una población que cada día se siente más agraviada. El pasado 15 del presente, salir a marchar portando un sombrero, fue un homenaje póstumo a Carlos Manzo.
Pero también hubo quienes salieron a marchar, en señal de protesta, esgrimiendo y solicitando la revocación del mandato en contra de la presidenta del país y, en Veracruz, de la gobernadora.
Fueron voces que se escucharon claro y fuerte, señal evidente de que hay una inconformidad latente en la población y que tendrá que ser atendida, antes de que la sangre llegue al río. Viene y cabe aquí la consigna popular de: cuando el pueblo diga que son las 11 de la noche, aunque sean las diez de la mañana, hay que encender las farolas”
La marcha, convocada por diversos actores y organizaciones, también sirvió para dejar sentir el grito desesperado de muchos mexicanos que hoy viven sin empleo, a pesar de las cifras alegres que a cada rato escuchamos decir a los funcionarios de la 4T.
Fue, también, caja de resonancia para demandar mayor seguridad en la ciudad, en el campo y en todos los confines de la patria, donde la extorsión, el cobro de piso, los robos a casa-habitación, los asaltos a transeúntes, homicidios y demás actividades criminales, donde los grupos se han posesionado de territorios que ya tienen y poseen como de su legitima propiedad, sin que exista autoridad que haga algo. Aunque digan a cada rato que la fiesta ya se les acabó.
No faltaron a la marcha, madres de familia, las que ven subir el costo del gas y de los alimentos, comprobando que la existencia de la llamada Canasta Básica, hoy por hoy, es tan solo un mito que no sufren ni padecen al surtir sus respectivas despensas nuestros flamantes funcionarios.
Marcharon los campesinos, los que hacen producir la tierra, esos, los del sector primario, quienes ya descubrieron que sembrar la tierra y levantar una cosecha, es sufrir por no tener mercado ni precios de garantía para sus productos, circulo vicioso que ningún gobernante ha podido ni querido romper.
En Veracruz, al menos, marcharon estudiantes universitarios que no logran entender cómo, en la rectoría de la Universidad en la que estudian, permanezca un rector espurio que, violando la ley y el reglamento, usufructuando el cargo, continúe en la máxima silla.
Fueron muchos, muchos fueron los que estuvieron. Los que caminaron y se concentraron en la plancha de la Plazoleta Lerdo en la capital del estado. Todos tuvieron sus puntos coincidentes para salir a manifestarse. Fueron voces libres, serenas, sensatas las que se pronunciaron.
La pregunta ha quedado flotando en el aire:
¿Qué sigue después de la marcha del 15 de noviembre?
