El homicidio del alcalde Carlos Manzo Rodríguez, en Uruapan, Michoacán terrible por la arista que se le quiera vislumbrar, tiene y tendrá más connotaciones de las que cualquiera quiera o pretenda imaginar.

Carlos Manzo Rodríguez, era un alcalde, sin duda, “echao pa’adelante” y sus acciones, a todos nos consta, eran de enfrentar, confrontar y de decir las cosas por su nombre. También nos consta.

El alcalde, exdiputado federal, no se andaba por las ramas y tampoco les sacaba la vuelta a los problemas. Lo mismo acusó y señaló al gobernador Alfredo Ramírez Bedolla de estar involucrado en acciones fuera de la ley que a los mismos grupos generadores de violencia que mantenían sometida a la población de diversos municipios y a productores del campo en aquel Estado.

La población tenía una gran identificación con el alcalde de Uruapan, veían a diario como se confrontaba y lo mismo ordenaba la detención de un raterillo de siete suelas que a pájaros grandes. Del enfrentamiento abierto que sostenía y sostuvo desde su llegada al cargo de presidente municipal, Manzo Rodríguez sabía que no podía ganar una guerra con resorteras mientras que los grupos antagónicos utilizaban armamento del más alto nivel. Por ello sus gritos desesperados solicitando el apoyo que nunca llegó al municipio que gobernaba. Lo dejaron solo. Pero no se rajaba.

Carlos Manzo Rodríguez, alcalde de Uruapan, debido a su actitud y su valentía por y para defender a la población, se volvió tendencia y noticia nacional. Su actitud molestaba, inquietaba y ya no cabía en la política del estado. Sabían que la gubernatura a su favor estaba más que cantada.

Sin embargo, los disparos de una pistola criminal, accionada por un joven menor de edad, el pasado 1 de noviembre acabaron con la vida de un alcalde que se atrevió a denunciar de manera pública y en voz alta lo que estaba ocurriendo en su municipio y en muchos municipios michoacanos.

Desde el día en que ocurrieron los sangrientos hechos, en el aquel estado se ha despertado al león que estaba dormido y la respuesta por el cruel y trágico magnicidio, se han suscitado hechos de protesta no dimensionados.

Los ataques al Palacio de Gobierno, la corretiza y la agresión directa que le propinaron al gobernador en el funeral del extinto alcalde, de donde tuvo que salir, literalmente, corriendo bajo el amparo de un séquito de guardaespaldas, muestran la reacción enardecida de una población que ya ha empezado a gritar ¡ya basta!

Hoy, en aquella porción de la Republica Mexicana, se ha empezado a escuchar el grito de: Michoacán se escribe con M de México y M de Manzo.