Alfredo Bielma VillanuevaAlfredo Bielma Villanueva

Cuando los tiempos de la hegemonía priista todo político buscaba ser postulado por ese partido para acceder a las cámaras legislativas de manera segura porque en aquellos años competir por un partido de oposición no representaba ninguna garantía de triunfo. Sin embargo, la convicción de la necesidad de un cambio fermentaba la competencia electoral y de manera paulatina la concha del ostión comenzó a abrirse; fue un esfuerzo político que se asemejaba a demoler un edificio equipado solo con un cincel. La porfía opositora del PAN rindió frutos en 2000 cuando ganó la presidencia de la república para la primera alternancia. Previo a ese gran acontecimiento de parteaguas, la oposición al PRI ya había obtenido subsecuentes triunfos electorales en capitales estaduales (Mérida, Chihuahua, Mexicali, Saltillo, Zacatecas, Oaxaca, Xalapa, etc. Luego vinieron los triunfos estatales, comenzaron, el primero en 1989 en Baja California, Guanajuato, Chihuahua, Nuevo León, después. Así llegó el pluralismo político a nuestro país; obviamente para que eso sucediera se requería de un marco jurídico, y se lo dio la reforma política de 1977 con la Ley Federal de Organizaciones Políticas y Procesos Electorales que elevó a rango constitucional el reconocimiento de los partidos políticos y su participación en los Congresos legislativos. Con la aparición del PRD en 1989 se fortaleció la fuerza política opositora en el país y a partir de 2014 la irrupción de Morena contribuyó a alcanzar tres alternancias presidenciales en lo que va del siglo XXI.

Ahora, Morena está en el poder y hace las veces del panal cuya miel todos buscan degustar; tal circunstancia se refleja en el activismo político de buscar (como antes en el PRI) candidaturas de Morena porque presumiblemente garantizan el triunfo. Pero adoptamos el modelo democrático de gobierno y en una democracia se gana o se pierde, la única condición es participar, competir, mal caminaría un sistema político democrático si sus actores no arriesgaran para competir y ganar o perder. Ese es el panorama político actual en nuestro país. Si en 2000 el PAN- Fox no hubieran competido la alternancia seguiría en utopía; análogamente, si en 2018 MORENA- López Obrador no hubieran participado su presidencia hubiera quedado en la incógnita. Ese fenómeno lo experimentamos ahora mismo: si las circunstancias no hubieran propiciado la irrupción en el escenario electoral de Xóchitl Gálvez los mexicanos no tendríamos opción diferente por la cual votar. Esa circunstancia se replica en Veracruz, donde hace algunos meses la fortaleza de Morena parecía imbatible, pero ahora el semblante electoral refleja una percepción muy diferente y coloca a la fuerza opositora en aptitud no solo de competir sino de conseguir el triunfo electoral cin José Yunes Zorrilla. Y por el lado de quienes aspiran a convertirse en legisladores el ánimo opositor concita confianza: Américo Zúñiga ha superado las expectativas al convertirse en opción de utilidad positiva porque enfrente la “caballada está muy flaca”,  y camina con paso firme a la diputación federal; en el orden local Adriana Rojano Pazzi y Sergio Hernández aguardan la fecha del arranque de campaña para iniciar sus respectivos periplos proselitistas, no la tienen fácil porque lucharán, Adriana Rojano, contra el “orgullo” de un nepotismo inadmisible, Sergio Hernández, porque se enfrenta a un padrinazgo bastante consolidado en esta capital; pero son opciones válidas y necesarias para una ciudadanía ávida de cambios y la única forma de sacarse la lotería es teniendo el boleto.