Aperitivo: El reportero y dibujante Joe Sacco, autor de álbumes como La guerra de Gaza, expresó: “Hay que cavar para llegar a la verdad, en la superficie solo están las mentiras”. México en la superficie.
Se han dado cuenta que al día de hoy y desde hace algunos añitos, las palabras -el lenguaje- parecen valer nada o, mínimo, son volátiles. Como que hablamos por hablar. El sentido de ciertas palabras, en la práctica, resultan, a veces insustanciales, están huecas. Claro, depende de quien las diga y el contexto y… Bueno, es decir, quiero decir, intento explicarme… Muchos hacemos lo que nos viene en gana, sin importarnos lo que vociferamos, mucho menos si ofendemos a los demás. No hay respeto, vaya. En el contexto político, las palabras, ya se sabe, se disparan sin parar ni reparar ni razonar. El chiste es que suene bonito, que apantalle. Importa un bledo que los significados no aterricen “en beneficio de la población”.
¿Qué les dice las palabras justicia, impunidad, corrupción, transparencia, intolerancia, honestidad, etcétera? Para no referirnos a expresiones harto manoseadas: “Se llegará hasta las últimas consecuencias”, “No quedará impune”, “Caiga quien caiga”, “La ley es la ley” (o eso de “Y que no me vengan a mí de que la ley es la ley, no me vengan con ese cuento de que la ley es la ley”).
Cada quien se va por su lado, por sus intereses, unos a chingar, otros a no dejarse y otro tanto a chingar a los que chingan. Ahí la llevamos. El “pueblo” puede esperar. ¿De qué pueblo estamos hablando?
Acuérdense: “Estas conmigo o éstas contra mí”. “Ni los veo, ni los oigo”. La misma gata, pero revolcada. Ahora remasterizada. El caso es que nos llevamos a México entre las patas. La dichosa polarización se carcajea -bueno, los que polarizan y muchos caemos-. El caos es caldo de los abusadores, por nombrarlos eufemísticamente. ¿Y entonces? Desorientados nos quieren.
Dan ganas de llorar. La impotencia aflora en muchos mexicanos. A otros se le cierra la boca con monedas empobrecidas, con morralla de Judas, simplemente, se les silencia con la muerte o la desaparición.
Bien, seamos optimistas y no caigamos en la depresión, el desinterés, el valemadrismo. Andemos “unidos” -otra palabra vacía-, juntos, pero no revueltos, seamos del color que seamos, demos la mano al prójimo, ese “prójimo” que está cada día más alejado, olvidado.
¿México dividido? Divide y vencerás. O como la canción: “Échame a mí la culpa de lo que pasa…” No perdamos la memoria ni los estribos, ni nos mareemos de poder. Porque nada es eterno, salvo el tiempo. ¿Alguien puede decir lo contrario?
Tratemos de dialogar, entendernos. Pedir peras al olmo… Porque “la mala ortografía es una gravísima enfermedad textual.”
—¿«Ayer» lleva «h»?
—No.
—¿Y «hoy»?
—Sí.
—¡Cómo cambian las cosas de un día para otro!
Y va otra vez, de la Megafarmacia del Bienestar a la Supercomputadora -déjense del tren Maya, ya es historia, más la lana; el ecosistema nos lo cobrará y la gente de la región-. En días pasados, la presidenta Claudia Sheinbaum afirmó: “Firmamos este convenio con ellos [el Centro Nacional de Supercomputación en España] como parte del Plan México: es esta red de supercómputo que se va a desarrollar en nuestro país, con una supercomputadora, la más grande de América Latina, en México.” ¡Grandioso! Sigamos apostando y dando el beneficio de la duda.
Además, dijo la presidenta de México: “Nos calumnian porque saben de nuestra honestidad, saben que no nos vamos a someter a los intereses de quienes antes ostentaban el poder o gozaban de privilegios, ni a ningún gobierno o interés extranjero. Saben que no seremos figuras decorativas, o simples instrumentos de quienes estaban acostumbrados a robar y a concentrar el poder económico y político del país”. Ahí ‘ta. Honestidad, entiendan.
Ya saben lo que expresó la portavoz de la Casa Blanca, Karoline Leavitt, hace unos días, sobre el hecho de que el presidente, Donald Trump, llamara “cerdita” a una periodista. Pos que con eso se demuestra que el mandatario es “honesto” y “transparente” con los medios de comunicación. Así lo dijo: “El presidente es muy franco y honesto con todos los presentes en esta sala. Lo han visto ustedes mismos. Lo han experimentado ustedes mismos”.
Sí, todos somos honestos.
“En una escuela de México:
—Profesora, ¿se dice pos o pues?
—¡Pos pues!”
Dice Juan Villoro: “La desinformación y el olvido son codiciados productos digitales”. Sí, también para los políticos y gobernantes.
Los días y los temas
Con eso de la justicia en México, les comparto el microcuento “Ministro”, de autor anónimo:
“Se pasaba murmurando «Si yo fuera Ministro». Y un buen día lo fue. Le abrumaron los problemas, tanto que olvidó las fórmulas milagrosas que pensaba cuando quería ser Ministro. Entonces salió a la calle, y encarándose con un ciudadano con aire de infeliz, le preguntó: «¿Qué haría usted si fuera Ministro?»”
Y aguas con la justicia, porque… aquí el microcuento “El círculo”, de autoría anónima:
“Cuando tenía 6 años, fue preso, denunciado por hurtar caramelos. A lo largo de su vida volvió a ir preso por distintas razones. Llevó serenatas sin permiso, conspiró, hizo una que otra estafa, pegó a su mujer y peleó con el vecino. También estuvo preso por «escándalo en la vía pública» y por insultar a la autoridad. La última vez que estuvo preso, era ya un anciano de 85 años, denunciado por hurtar caramelos.”
De cinismo y anexas
Una de cal por dos de arena y México seguirá avanzando. Mantengamos el diálogo, mínimo. Aunque nos mandemos a freír espárragos. O sea…
—Papi, me rajé en el examen de español que me ayudaste a preparar. Siento mucho haberte defraudado.
—No te preocupes, hijo; lo hacido, hacido está.
***
—¡María! ¡María! ¡Las lentejas se están pegando!
—Pues déjalas que se maten si quieren.
Hasta la próxima.
