En tiempos de López Obrador, las reuniones con su equipo de seguridad compuesto por los titulares de Gobernación, Ejército, Marina, Guardia Nacional y la Secretaría de Seguridad Ciudadana eran solemnes pero insulsas.
Cuando se daba a conocer el número de asesinatos del día anterior no pasaba nada. Pero si entre los muertos había un personaje de relevancia se sacaba del cajón el consabido discurso: “Lamentamos este cobarde asesinato y queremos decirle a la familia que no descansaremos hasta dar con los culpables, este crimen no quedará impune”. Y ya.
Nunca se supo que el titular de la Sedena, por poner un ejemplo, le dijera al presidente. “Señor presidente, estamos llevando a cabo un plan que consiste en tas tas tas, para disminuir el número de asesinatos violentos”. No nada de eso, entre otras cosas porque nunca hubo ningún plan. El presidente veía con indiferencia la lista de ultimados del día anterior, la dejaba por ahí y vámonos a otra cosa.
Y si a los homicidios dolosos no les hicieron caso, a los feminicidios menos. Andrés Manuel cerró “el sexenio más feminista de la historia”, con 20 mil 851 mujeres asesinadas y una impunidad de más del 90 por ciento.
Como Jefa de Gobierno de la CDMX, Claudia Sheinbaum creó la Secretaría de las Mujeres y ya como presidenta la confirmó a nivel federal. Pero a pesar de que entre sus funciones está la de “erradicar la violencia contra las mujeres y promover el pleno ejercicio de sus derechos”, la violencia contra ellas sigue, crece y cobra vidas.
Y un ejemplo es Veracruz donde de enero a marzo de este año se reportaron 17 feminicidios.
De acuerdo con el portal de noticias AVC, en enero se contabilizaron cuatro feminicidios cuyas víctimas tenían entre 25 y 40 años, la mitad eran madres de familia y sus agresores fueron sus exparejas o familiares.
En febrero se reportaron cinco y las víctimas también eran mujeres jóvenes; cuatro fueron ultimadas a balazos y una fue desmembrada. Y marzo fue el mes más violento del primer trimestre con ocho casos incluyendo un doble feminicidio y el asesinato de una niña de siete años.
Pero seis meses después y de acuerdo con el Observatorio Universitario de Violencias contra las Mujeres, los feminicidios en la entidad sumaron 54. Es decir, de abril a septiembre se triplicaron.
¿Y?
Pues nada…
Nada de apoyo y protección, nada de reuniones con mujeres agredidas, nada de una policía dedicada exclusivamente a prevenir y detener esta barbarie, nada de detenciones de los presuntos culpables, nada de nada.
Urge pero a la voz de ya, una política que vaya más allá de las gráficas mentirosas y efectivice la defensa de las mujeres porque literal, las están matando en Veracruz mientras la autoridad mira para otro lado.
En 2024 sucedió una cruel paradoja. El gobernador Cuitláhuac García dijo en conferencia de prensa que habían disminuido en un 55 por ciento los ataques a las mujeres. Faramallero y fanfarrón presumió: “Cuando se trata de una mujer (atacada), la Fiscal Verónica Hernández Giadáns toma el caso, lo atiende y resuelve”. Y en las siguientes 48 horas asesinaron a cuatro.
¿Cuántas mujeres asesinadas de manera cruel se necesitan para que el gobierno al fin las voltee a ver y les brinde la protección y seguridad a la que tienen derecho?
Bueno sería que alguien con la suficiente fuerza moral contestara a cabalidad esta pregunta. Pero como la moral es un árbol que da moras… futa.
Cuando se terció por primera vez la banda presidencial, Claudia Sheinbaum dijo: “Llegamos todas”. Pero 13 meses después, las 54 mujeres asesinadas en Veracruz saben que no fueron parte de las que llegaron, sino de las que dejaron solas… de las que fueron abandonadas a su suerte.
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