LINEA CALIENTE / POR: EDGAR HERNÁNDEZ
Los buitres y carroñeros -sic Nahle- salieron por miles en tierras tarascas para protestar por el nuevo episodio de violencia que provocó el crimen organizado que este fin de semana cobró la vida del alcalde de Uruapan, Carlos Manzo, ejecutado de seis tiros en plena plaza pública en el marco del «Día de Muertos».
Tras el artero asesinato a manos del crimen organizado, el México Bronco empezó a despertar.
El pueblo bueno deja de serlo ante el desborde del narcoestado, ante los embates de la criminalidad que tiene el control de la república, que es dueña de las instituciones de gobierno y que dispone, como en el porfiriato, de vidas y haciendas.
Lo sucedido en Michoacán el pasado fin de semana encendió la chispa de la insurgencia.
De una rebelión contra una autoridad establecida que transitó de la protesta y resistencia civil a la violencia como la sucedida ayer con la toma de Palacio de Gobierno de Michoacán a manos de atrevidos jóvenes.
Al igual que en 1968 cuando el conflicto estudiantil que dio lugar a las marchas ciudadanas, al cacerolismo, al nacimiento de la “Liga 23 de Septiembre”, en tan significativo día pagano religioso, los muertos -en sentido figurado- salen de sus tumbas para protestar.
Se percibe, al igual que la rebeldía estudiantil de la Universidad Nicolaíta de los sesenta, la transformación de la protesta aislada al movimiento social, a las luchas obreras, a las revueltas agrarias, al surgimiento de la guerrilla.
El asesinato de Carlos Manzo en Uruapan encendió la llama de una incipiente insurgencia, de una revuelta popular, del repudio a un proyecto -el de Morena- fallido.
El ¡Ya basta! resuena por todos los rincones de la república a partir de un incidente local que jamás se pensó tomaría la proporción nacional que ya para estas horas se percibe por todos los rincones de la república.
Y en donde Veracruz, por aludir a la localidad que ocupa este espacio, no está exenta. Sobre todo, ante los magros resultados de un mal gobierno, de una dictadura femenil disfrazada, de la falta de capacidad para la gobernanza y, en los hechos, transformar una inundación en una tragedia nacional.
Ello sin contar el desmesurado crecimiento de la criminalidad, de abrir las puertas de par en par al Cartel “Grupo Sombra” con la pretensión de eliminar a los de Sinaloa y al Jalisco Nueva Generación, lo cual solo da lugar a masacres y tiradero de cadáveres por toda la geografía veracruzana.
La cuota de muerte se entrega puntual y en el día a día en al menos 40 municipios del norte, en el centro, en la zona de las Altas Montañas, siempre puntual con su aliado el Cartel de las Grúas, y en el sur, menos Coatzacoalcos ¿raro no?
Todo en el marco del ¡No pasa nada!
Todo con permiso de la autoridad para que el Huachicol Fiscal siga operando en las más importantes rutas terrestres y marítimas, las que abastecen al centro de la república por Poza Rica y las que se mueven por mar a través de los puertos de Veracruz, Coatzacoalcos y Tuxpan.
Lo sucedido en Michoacán es la primera llamada.
Es la clara lección del hartazgo ciudadano; es la advertencia de la cual da cuenta Lidia Soto Romero, hija de Amparo Romero, la mujer de 84 años que perdiera la vida tras el ataque de una jauría de perros en agosto del 2024, quien desde Mexicali manda una carta abierta a la presidenta que dice al canto:
“Claudia (Sheinbaum), los mexicanos estamos llorando. Estamos sangrando. Nos duele el alma.
Nuestros ojos ven y nuestros oídos escuchan. Y lo que vemos y escuchamos no coincide con lo que tú declaras. Nuestros ojos ven violencia, desapariciones, falta de medicinas, hospitales colapsados, familias en ruina. Nuestros oídos escuchan promesas, cifras maquilladas, discursos ensayados, frases vacías que repiten que todo va mejorando.
Y duele, Claudia.
Imagina —solo por un instante— estar en los zapatos de una madre a la que le desaparecieron a su hijo. Imagínate siendo la esposa o la hija de Carlos Manzo. Imagina el terror, la impotencia, el vacío.
Claudia, como madre te confieso algo: es la primera vez en mis muchos años de vida que miro a mis hijos a los ojos y les digo: Comiencen a considerar la idea de buscar otro país donde vivir.
Y me duele decirlo. Me parte el alma porque amo a México”.
Son las voces de México. Son los reclamos. Son las palabras que no tardando se van a convertir en armas de lucha.
Ya se oyen los tambores de guerra.
Tiempo al tiempo.
*Premio Nacional de Periodismo
