POR LIBERTAD BAJO PALABRA
Eran tiempos de gloria. La funcionaria más cercana a Javier Duarte, la que le hablaba al oído, la que formó su grupo de alabadores a los que llamamos “Los Ginos”; tanto admiraban a Gina que la compararon con Juana de Arco; por eso la bautizamos Gina de Arco. En el año de 1999 Gina Domínguez salió huyendo de Quintana Roo en una cajuela de auto cuando la enteraron de que su jefe, “El Chueco”, quien había sido gobernador de Quintana Roo, no entregaría el gobierno a su sucesor, sino que se escondería. A Mario Villanueva lo acusaban de permitir el trasiego de droga a través de Quintana Roo a cambio de pagos. Gina, que no tenía la conciencia limpia, sentía que también irían por ella. Así llegó a Veracruz, escondida, así le lavó el “coco” a doña Rosa Borunda, así la esposa de Fidel, que no era una lumbrera, la recomendó con Duarte. Duarte la hizo y la deshizo. Gina se empoderó como no lo ha hecho otro encargado de Comunicación Social y el poder la hizo arrogante, soberbia y torpe. La riqueza de Gina Domínguez se fue construyendo a base de convenios con pseudoperiodistas, con abyectos comunicadores que han pasado a mejor vida. Ella les otorgaba a esos medios “zopiloteros” el convenio millonario de manera verbal, lo inflaba para después mocharles la mitad. Por eso asaltaron su casa, abrieron su caja fuerte y se llevaron millones de pesos que nunca reclamó. Por eso fue a parar a la cárcel, en donde recibió la visita de una periodista, que entonces era diputada, a la que ella misma había atacado. Pidió misericordia y recibió compasión. Cuando pensó que todo mundo se había olvidado de ella, no era difícil olvidarse de ella, un juez ordenó que fuera llevada a juicio por los millonarios desfalcos que operó desde Comunicación Social en los tiempos de Javier Duarte. Gina Domínguez anda libre. Quizá ande buscando una cajuela que la saque del estado, una cajuela donde quepa ella, sus miserias y sus pecados.
