Ningún mexicano bien nacido querrá que le vaya mal a México, de allí la obsecuente aceptación del dicho presidencial acerca de que “este año nos ha ido bien, y estoy segura que el próximo año nos va a ir todavía mejor”. Ese es un discurso muy iterativo en la narrativa de la presidenta Sheinbaum cuando alude a una gestión exitosa durante su primer año de ejercicio gubernamental. Pero como el cuento aquel de la “burra arisca”, cuando se hace una revisión de lo realizado por este gobierno en su primer año de labores, los resultados ya no transmiten mucha confianza y las dudas comienzan a brotar porque el dato duro de la realidad es más contundente que el discurso oficial.

El parámetro de la economía es elocuente: Para que haya crecimiento económico un país requiere de una inversión equivalente a la cuarta parte de su PIB. En ese renglón México apenas invierte un 22 por ciento. En cambio, Corea del Sur, que hace cuarenta años sufría pobreza extrema generalizada, ahora invierte el 32% e India el 33%, o la poderosa ecobonía China con un 41%. Sin ese motor que impulse el crecimiento ¿cómo podemos esperar mejoras sustantivas? Por otro lado, cuando un país no garantiza seguridad y la corrupción alcanza elevados topes a causa de la impunidad, difícilmente es atractivo para los inversionistas. Los delitos se acumulan sin que haya castigo a los culpables: asesinan al abogado David Cohen, a dos altos funcionarios cercanos a Clara Brugada, al líder limonero de Apatzingán, al alcalde de Uruapan, al diputado Héctor Cuén Ojeda y muchos etcéteras más sin que los autores intelectuales estén tras las rejas. La Business Roundtable (BRT), es una organización que agrupa a directores generales de las principales corporaciones de Estados Unidos: Tim Cook, de Apple; Mary T. Barra, de General Motors, Jamie Dimon, de JPMorgan Chase, Doug McMillon, de Walmart, Scott Kirby, de United Airlines, entre otros que expresan su preocupación “sobre acciones del Gobierno mexicano que ponen en peligro las inversiones de empresas estadounidenses, contradicen las obligaciones del T-MEC y obstaculizan el comercio transfronterizo en sectores clave”; manifiestan su preocupación por la política del gobierno mexicano para favorecer a Pemex y a la CFE, en desigual competencia. Igual en el ramo de Telecomunicaciones, donde se privilegia, dicen a Telmex. En una larga lista forman su inconformidad, que traducida al español significa contracción en la inversión extranjera directa. Obviamente hacen alusión a que “México será el único país del mundo donde todos sus jueces serán elegidos por voto popular, lo que genera preocupación de que las disputas entre inversionistas privados y el Gobierno se vean sujetas a consideraciones políticas en lugar del estado de derecho”. Ese panorama induce a concluir que si nos va bien el próximo año será porque le impusimos a Trump nuestras condiciones en el TEMEC. Se vale soñar.