A veces resulta grotesco y sumamente contradictorio el hecho de preguntarse quién realmente le interesa, sienten y comparten el duelo de una persona fallecida. En un primer momento pensaría uno que corresponde principalmente a la familia ese proceso psicológico doloroso que es el duelo, pero no es así, de uno u otra forma podríamos decir que ese dolor lo comparten todos sus seres queridos, amigos y familiares, e incluso, las mascotas.
Hace unos días México sufrió la muerte del alcalde de Uruapan Carlos Manzo. Una muerte como tantas otras más que ocurren en este México bárbaro, ciego, e irracional. Y lo bárbaro no es algo que tenga que ver con un momento particular sino un México bárbaro que asomó sus garras y dientes con toda crudeza a partir de la estrategia infantil calderonista de combatir al narcotráfico sin atender sus causas materiales, psicológicas, sociológicas, políticas e históricas, un México que paulatinamente ha normalizado la violencia y la muerte como parte de su ser, y desde hace muchísimo tiempo las consecuencias no se han hecho esperar, incremento del asesinato, extorsión, secuestro, etc., por bandas delincuenciales organizadas, un México que para arreglar “las cosas” el uso de la fuerza se presenta en toda su plenitud. Y no tan solo en México, sino en muchas otras latitudes, muchos otros países viven el flagelo de la violencia provocada por el crimen organizado y el narcotráfico. Y hay que lamentarse muchísimo estar en esa situación, pues México ocupa el tercer lugar mundial en criminalidad según el Índice Global de Crimen Organizado 2023, solo detrás de Myanmar y Colombia. Además se estima que 175,000 personas están directamente empleadas por el narcotráfico en México, lo que lo convierte en uno de los mayores empleadores del país. Así como en los últimos 10 años, más de 300,000 personas han sido asesinadas en México, con una tasa nacional de homicidios que aumentó un 55%, de 15 a 23 por cada 100 mil habitantes. Y en 2024, 28,900 personas fueron desplazadas por violencia del crimen organizado en 13 estados del país, un aumento del 129% respecto a 2023.
Cuando insistimos en percibirnos como una especie que es capaz de domar sus instintos, sus pulsiones, y que la razón y la capacidad de la conciencia pueden más que la violencia, los instintos, las pulsiones sexuales y agresivas, así que ante lo que vivimos merecería hacer un análisis, principalmente antropológico, sociológico y psicológico de la naturaleza de la violencia, pues esa alegría y optimismo de nuestra condición humana se contradice
Si nos basamos estrictamente en la violencia provocada por los intereses del crimen organizado y el narcotráfico tendríamos que integrar muchas otras cosas que tienen que ver no tan solo con el gusto por matar, sino principalmente por la defensa de poderosos intereses económicos trasnacionales de los grupos criminales organizados, que como cualquier ente público privado de manera conscientes usa la violencia y el crimen como parte de sus parámetros conceptuales y mecánicos para defender dichos intereses económicos y no tan solo el narcotráfico, sino otro tipo de violencia, como es el secuestro, la extorsión, etcétera,
Sobre el deceso del señor Manzo a manos del crimen organizado, alcalde de Uruapan Michoacán México, diría aunque otra clase de criminales organizado como la clase política trata de mistificar, que su comportamiento público fue sumamente irresponsable. Pues fue muy ingenuo pensar que podría sólo enfrentar y resolver la violencia que vive Michoacán, en específico su municipio del que era Alcalde haciendo alarde de asumir personalmente la propia seguridad, así lo vimos vestido militar y policial hacer alarde que personalmente impartía justicia y seguridad, por eso, el impresentable gobernador de Michoacán le preguntaba sarcásticamente, “¿A cuántos has abatido?
No sé si estaba plenamente consciente o pensaba que él podría salir inmune de lo que representa enfrentarse al crimen organizado. Pero lo que sí sé, es que el resultado de su muerte era una muerte anunciada desde el momento en que se enfrenta irresponsablemente al crimen organizado, y esto que hablo no tan solo es por los habitantes de Uruapan, sino también por su familia, particularmente por sus hijos que dejó en la orfandad paterna.
Es así que lo vimos hacer alarde de que era capaz personalmente asumir la seguridad pública de Uruapan, e incluso, generó un tipo de discurso en el cual era posible enfrentar al crimen organizado, sabiendo que el crimen organizado son estructuras sofisticadas no tan solo en cuanto a armamento, sino en la organización y efectividad para ejercer la violencia. Y esto último me permite hablar que esto que está pasando en México tiene que ver con un Estado fallido.
Se dice teóricamente que el único que debe estar facultado para ejercer la violencia es el Estado, pero cuando otro tipo de instituciones organizadas, instituciones creadas por miembros de la misma sociedad en torno a diferentes actividades ilícitas como el narcotráfico, la extorsión, el secuestro, etc, son capaces de usar la violencia y salir impune, estamos hablando estrictamente que desde hace muchísimo tiempo México tiene un Estado fallido.
Yo no sé si su irresponsabilidad sea el resultado de una auténtica desesperación por la violencia que vive no tan sólo el estado de Michoacán lo que lo llevó a hacer ese tipo de alardes y comportamientos que están más del lado de la exhibición, ocurrencia, megalomanía, que del lado, de la planeación y la consciencia de sus límites, aunque una persona consciente sabe perfectamente que no puede jugar y enfrentarte al crimen organizado de esa manera tan limitada, pues el mismos estado federal lleva varias décadas impotente en solucionar dicho flagelo. Por eso aun recibiendo protección del Estado Federal, y también de utilizar toda una cuadrilla de estructuras locales de seguridad, tanto del gobierno del Estado como a nivel municipal para su protección personal vimos que fueron insuficientes y lamentablemente falló ese cerco de seguridad.
Hay que tener bien claro lo que representa la muerte de Manzo, y a quién realmente le importa. Pues lo más lamentable y sintomático de la degeneración social que vivimos es que esta muerte no esté provocando una reflexión profunda, seria y responsable sobre el problema de la violencia que provoca el crimen organizado y el narcotráfico que atentan gravemente al tejido social de la sociedad mexicana.
Nosotros hemos sabido perfectamente cómo el problema de la violencia provocada por el crimen organizado y el narcotráfico ha tenido un desarrollo in crescendo, que ha habido una cantidad de sexenios que el narcotráfico ha estado operando impunemente, antes el trasiego de la marihuana y derivados de la amapola a los EE UU y el consumo local, después fue la cocaína, más tarde empezaron a comercializar las drogas sintéticas, pese a esto la violencia no se había desbordado, los que vivíamos en el sur de México, nos llegaba como un eco el problema de la violencia por el narcotráfico en Ciudad Juárez, Tijuana y Matamoros, ciudades limítrofes a la frontera con los EE UU, desde ese entonces, el mayor mercado para la venta y el consumo de drogas, hasta la fecha, al final de cuentas, el Estado no era rebasado.
Fue, como dicen en el argot popular “se azuzo el avispero” cuando hizo metástasis el cáncer de la violencia del crimen organizado, cuando a la caída del estatus quo de las grandes bandas de narcotráficos comenzó a fragmentarse, y la demanda del mercado estadunidense creció el problema de la violencia del crimen organizado comenzó a abarcar más territorio. Si bien es cierto, el estado tenía la obligación de combatir cualquier actividad ilícita, también lo es que debió planificar más inteligente ese enfrentamiento, y no como lo hizo Felipe Calderón, concibiendo la lucha contra el narcotráfico como una lucha entre los buenos (los militares) y los malos (los narcotraficantes), sin detenerse a pensar que el problema de la violencia es multifactorial y por lo tanto requiere intervenciones multfactoriales, no puede ser simplemente vista como el uso de la fuerza a través de las armas, ahí está lo que pasó en brasilia en Brasil, pues la muerte de un capo de una favela no representa la solución del problema que genera las bandas organizadas de narcotraficantes, así vimos a Calderón vestido de militar con una vestimenta que presagiaba que le iba a quedar grande el problema que había complicado.
Como señalo más arriba la muerte de Manzo no ha provocado una alto a la lucha por el poder, lo que sólo le importa a la clase política mexicana, no tan sólo a la oposición sino a la que está gobernando, puesto que la violencia constituyen un tema sumamente importante de la agenda nacional en la cual absolutamente todos los mexicanos debemos estar involucrados, en lugar de eso, vemos a una espuria y lacra oposición PRIANISTA, mediática y empresarial, señalando tontamente culpables en el Palacio Nacional, y, al gobierno federal, incapaz de convocar a un “Concilium Público por la Paz y en contra de la Violencia” de todos los actores económicos, políticos, académicos, religiosos, etc., pues deben saber que el problema de la violencia en México no es de señalar culpables por activos o pasivos, es de corresponsabilidad.
Y esto hay que entenderlo, porque si no, vamos a continuamos por hacer “una cena de negros”, lo que significa confusión y desorden en el que nadie se entiende, según la Real Academia Española (RAE). Esto por un lado, y por el otro lado, también hay que hacer hincapié en que la falta de una reflexión responsable sobre el problema de la violencia, que no tan solo es la muerte de Manzo, nos debe provocar una profunda reflexión, sino toda clase de muertes y daños colaterales a causa del flagelo del narcotráfico y el crimen organizado, como son los huérfanos, los heridos, las economías personales colapsadas por la extorsión, etc.
A partir del asesinato del Alcalde de Uruapan Michoacán, muchos presagian e incluso desean “una primavera árabe” en México, como la que derrocó los regímenes autoritarios debido a protestas masivas impulsadas por demandas de democracia, justicia social y derechos humanos de Túnez, Egipto, Libia, Yemen, e incluso fue el preludio de la caída de Bashar al-Ásad en Siria, y, ven, como ahora lo espera la oposición política, mediática y económica, que los supuestos errores del obradorismo sean los que hagan el trabajo de su caída, ya que sin una idea de sociedad y país se muestran como el relevo natural aun a sabiendas que son los causantes del deterioro de la cohesión social y la degeneración de la vida pública de México, y quienes cuando ejercieron el poder público participaron activamente en corrupción, cohecho y deslealtad hacia México.
Vuelvo a señalarlo, no se ha hecho este ejercicio de reflexión ética que implicaría una corresponsabilidad, se está utilizando la muerte de Manzo como un arma política por esa pobre oposición política PRIANISTA, por los medios de comunicación que estuvieron coludidos con el poder y por mercenarios intelectuales al servicio del poder económico, con la esperanza de una primavera árabe en México, se quedaran en el lugar que la historia los ha puesto hasta ahora.
Pero también hay que decirlo, no utilizar el asesinato de Manzo como un arma política no exime al gobierno federal, los gobiernos estatales y municipales de la falta de una mejor estrategia para pacificar México, y que pensar que la única forma de hacerlo es combatir la violencia con la violencia es reproducir la pobre estrategia del impresentable Felipe Calderón, y esto nunca será la solución, la historia nos los ha enseñado.
Dejó una pregunta para dimensionar el problema del narco y de las bandas de delincuentes organizados, hay 175,000 mexicanos involucrados directamente en ese fructifico negocio que son las drogas, y más estando a lado del mayor mercado mundial para venderlas, y, la mayor sociedad de adictos como lo es la de los EE. UU., ¿qué haremos con esos 175,000 mexicanos?, pues esto implica no tan solo fragmentación de la seguridad, reeducación, psicología, economía, filosofía, ética, e incluso, si se quiere añadir, religión.
Octubre de 2025.
