A la mitad de la gestión pública encabezada por López Obrador es posible establecer el diagnóstico acerca de su inclinación por resolver los problemas del país creando empresas sujetas a las directrices del gobierno y acaso al margen de las leyes que rigen al mercado de bienes y servicios. En esa lógica se estableció Gas Bienestar, en un intento por reducir el precio del combustible, aunque hasta ahora esa misión simplemente ha sido imposible, por no decir que un fracaso. Ahora, en su visita a los afectados por el huracán “Grace”, ante la escasez de electrodomésticos, el presidente propone la construcción de parques industriales para producirlos porque “tiene garantizado el mercado interno y de exportación”, e incluso pone a disposición de los inversionistas créditos de la banca de desarrollo. Pero olvida que los inversionistas cuando arriesgan su dinero lo hacen en la lógica de obtener ganancias y previamente realizan estudios de mercado para obtener una visión respecto a perdidas, ganancias y recuperación de lo invertido, no en base a eventualidades circunstanciales sino a diagnósticos. Por esa y otras razones es poco probable su propuesta encuentre eco, salvo que “convenza” a algún gran empresario de las “bondades” de su idea y a cambio se ofrezcan contratos del gobierno en prevención de eventuales pérdidas. Esa fue una estrategia puesta en práctica en tiempos de Echeverría, de cuando el gobierno empezó a ejercer funciones de empresario, con la consiguiente quiebra de sus empresas o, para evitarlo, aplicar el obligado subsidio.

