Por Sandra Peñaloza

Terminó el 2020, independientemente de las muchas desgracias que hay que lamentar, Veracruz es y seguirá siendo un hoyo sin fondo ante la avaricia de muchos funcionarios públicos, que no tienen llenadera.

Palabras vienen, palabras van, el Veracruz violento también seguirá siendo una marca registrada, aunque las autoridades se empeñen en decir que el índice delictivo ha disminuido, ese tipo de información simplemente es apenas un indicativo, porque lo real es que no ha bajado y por el contrario sigue en aumento. Esto se parece al COVID19, donde recuerde usted que a nuestra entidad el semáforo epidemiológico, supuestamente, lo tenía con el color verde, pero todo fue un ardid oficial, para acallar las protestas de los comerciantes y darles un paliativo para seguir con sus negocios.

Hoy, los vendedores de todo tipo, han mejorado su economía, eso si hablamos del lado bueno, pero la realidad es que esa reactivación provocó un mayor índice de contagios y fallecimientos.

La mentira oficial, poco a poco está siendo hecha a un lado por los propios miembros del cuerpo médico gubernamental, pues ahora Rosa María Hernández Espejo, cuando dan la cifra de fallecidos adorna su intervención diciendo que “Han fallecido un poco más de seis mil doscientos veintitrés pacientes…” aceptación clara e implícita de la falsedad de la información estadística relativa a la pandemia y sus efectos en nuestra entidad.

Debemos entender así que el especular con las cifras, nos lleva a una dolorosa realidad, que es aquella que alude a que la cifra oficial de fallecidos así como de contagiados, deberá ser obtenida mediante la operación de multiplicación de esos números por tres, para acercarnos a lo cierto.

Es decir, las cifras oficiales sobre la pandemia en Veracruz no corresponden a lo dicho por quien manda.