Los productores prefieren realizar el largo trayecto para vender el aromático a caer en las garras de los coyotes; lamentan que en los caminos haya mucha oferta de alcohol para los que ya cobraron

Agencia

En Teocelo, más de 5 kilómetros o algunos hasta 10, tienen que caminar los cortadores de café para llegar hasta el beneficio en donde les pagan 3 pesos por kilo. Algunas distancias las recorren entre terracería, lodo, lomas que suben y bajan cargando entre 40 y 50 kilos, por lo que en promedio se ganan entre 100 y 150 pesos.

En familia, si bien les va, pueden llegar a juntar de 300 a 350 pesos, porque hasta los niños llevan su carga y aunque es menor el pesaje, también cuenta para que puedan obtener un recurso.

Desde noviembre comienza la época de corte que inicia al clarear el día. En invierno amanece a las 6:30 o 7 de la mañana, así que el movimiento de los cortadores inicia a esa hora; los más arriesgados lo hacen antes porque ya no les temen a las víboras o a los insectos que suelen tener cierto grado de ponzoña e incluso pueden ser venenosas.

Las madres llevan a sus pequeños en cajas de cartón y los entretienen con música o cualquier objeto extraño el cual estudian detenidamente por horas, pero cuando se aburren buscan el consuelo de su abrigo, por lo que van armadas con sus rebozos para poderlos cargar mientras siguen en el corte.

Para los niños, ir con sus familias al corte representa interrumpir sus estudios, no van a la escuela, porque prefieren ir a reunir dinero para poder comer o adquirir sus zapatos o el suéter que pueden usar para los intensos fríos que en la montaña llegan a ser hasta de 3 grados en la región más baja.

Isabel Valdivia, una joven mujer, recorre desde Coyopolan hasta Santa Rosa más de 10 kilómetros. En un día puede llegar a cortar entre 35 y 40 kilos. Debe recorrer un buen tramo de terracería. “Al menos no ha llovido”, dice sin dejar su carga a un lado. Su rostro cansado dibuja una sonrisa y sigue su camino. La administración municipal anterior adoquinó el camino para beneficio del café, lo cual al final les da un respiro, porque cuando hay humedad resbalan y pueden llegar a caer con todo y carga.

Van adultos mayores, jóvenes y niños. La paga no es mucha cuando sólo son cortadores y no quieren ser sometidos a los coyotes que con camioneta sólo les quieren pagar la mitad o menos, por eso caminan con su costal en la espalda, por eso recorren kilómetros a pie con sol o lluvia, con frío o con calor.

“Esos (los coyotes) sólo quieren juntar pa’vender por toneladas, pero te dan una miseria y no cargan, sólo juntan y llevan un montón para que les paguen más. Amolados si nos dejamos”, comentó don Pedro, quien aseguró que lleva dos cargas, también la de su esposa Aminda, quien para la hora que dejan de cortar se queda a hacer las tortillas.

A don Pedro sólo le tocó recorrer ese día cuatro kilómetros, dijo tener 73 años; su piel morena, rugosa, demuestra su edad, pero su vitalidad es de un joven de 25 años. Caminando habla pausado, pero no deja de criticar a quienes venden cerveza a un lado del camino: “ahí van a dejar lo poco de la paga, ya ni la amuelan, pero bueno, ellos qué, ellos ofrecen y los que tenemos que decir sí o no somos los que tenemos que llevar la comidita a la casa”.

Sin embargo, don Simón lo corrigió: “ya para lo que cuesta una cerveza (40 pesos) le piensan pa’comprarla. Mejor un chirrín (aguardiente) que es más barato”, gritaba entre risas y con la carga.

Si bien los cortadores de café aseguran que en las fincas hay buena cosecha, también lamentaron que se están extendiendo plagas que podrían acabar con las matas del aromático.