Por Ángel Álvaro Peña

Cuando alguien busca la causa de que en lugar de guardias que otorguen seguridad a los protegidos por el Mecanismo de Protección para Defensores de Derechos Humanos y Periodistas, que pertenece a la Subsecretaría de Gobernación, que encabeza Alejandro Encinas, la encuentra en la propia dirección de dicho organismo.

Porque el comunicador o defensor de los derechos humanos deposita su confianza en los protectores que el organismo envía y, al mismo tiempo confía su vida a estas personas que tienen una consigna diferente a la de proteger, que es la de conocer a fondo la vida cotidiana de quienes son amenazados por la delincuencia por su trabajo profesional.

Quisiéramos pensar que espían sólo para ver si la persona protegida en realidad es merecedora de dicho servicio, o debe quitársele, porque la camarilla que integra la Junta de Gobierno del Mecanismo pasó del anterior al siguiente sexenio con los mismos integrantes, con el objetivo de preservar su trabajo, olvidando que en sus manos está la vida de cientos de personas que por algo fueron escogidos para que ser resguardados por el Mecanismo, dando prioridad a la continuidad de personal dentro de esas oficinas, que si bien fueron en algún momento mejores que éstas, nunca brindaron una eficiencia al ciento por ciento, la prueba está en que siguieron matando periodistas.

En esta pelea por el presupuesto, por ponderar la austeridad republicana en lugar de prevenir muertes de los comunicadores, muchos se quedaron fuera de dicha protección porque los burócratas consideraron que debían prescindir de tal servicio, aunque su vida evidentemente, estuviera en peligro. Muchos periodistas fueron rechazados por el Mecanismo que su burocracia ofreció como sacrificios humanos a los delincuentes quienes asesinaron a varios compañeros, algunas veces frente a sus familias.

En aquellos tiempos de Aarón Mastache, a principios del sexenio, cuando era director general del Mecanismo, no tenía la presión del gobierno, que ahora existe, de depurar el número de afiliados bajo su cuidado, tampoco había una forma segura de resguardar la integridad de los periodistas, porque hubo muchos homicidios. En esa época la mano dura del Mecanismo era Jorge Ruiz, el poder tras el trono en esa oficina, encargado de arrebatar la protección a los periodistas, quien finalmente fue despedido por hacer un pésimo trabajo.

A dos años del presente sexenio Mastache prometió un rediseño del Mecanismo que nunca se llevó a cabo, como “mayores herramientas y mejores recursos para afrontar los retos”, y la intención de que se pondere una acción preventiva entre otras cosas, nada de eso se hizo; al contrario, la burocratización se apoderó completamente del Mecanismo con los fatales resultados que todos conocemos.

Hace tres años, exactamente, el 12 de octubre de 2020, llega a encabezar la Junta de Gobierno del Mecanismo de Protección a Personas Defensoras de Derechos Humanos y Periodistas, otra persona que supera al anterior en cuanto su incapacidad y falta de honestidad al momento de servir a los grupos vulnerados por amenazas y presiones, Enrique Izaroque Palazuelos, quien apretó aún más la presión para expulsar de la protección a los periodistas con el argumento de que sus vidas no corrían peligro y que podrían prescindir de dicha protección, sin medir consecuencias ni estar lo suficientemente informado sobre la manera en que se operan dichos asesinatos, porque son datos que el Mecanismo no ha recabado ni se ha preocupado por tener datos que lleven a la prevención de los asesinatos de los compañeros, quienes están en permanente peligro de muerte.

Así hemos podido darnos cuenta de dónde viene la intención de infiltrarse en la vida personal de las personas protegidas, porque el propio Irazoque es un infiltrado, que viene de las filas de la derecha para infiltrarse en el gobierno de López Obrador y sabotear los proyectos del presidente a partir del aparente descuido de sus tareas más importantes. Irazoque le sirve a la oposición porque pone en riesgo a los periodistas, quienes en el momento de un atentado desgastará a la Cuarta Transformación.

La infiltración que realizan algunos guardias en la vida privada de los periodistas puede tener varios objetivos, que tienden a convertirse en espionaje. Es lo mismo que realiza un egresado de universidades privadas con un rancio acento conservador como la Universidad Autónoma de Nuevo León, llamado Enrique Irazoque Palazuelos, quien su trayectoria lo desenmascara, porque se trata de un hombre de derecha infiltrado en un gobierno de izquierda.

Irazoque Palazuelos ha sido servidor público más de 20 años, tiempo que ha vivido del presupuesto y del cuento de la defensa de los desprotegidos.

La secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero y el subsecretario de Derechos Humanos, Población y Migración, Alejandro Encinas Rodríguez, le tomaron protesta al nuevo titular de la Unidad para la Defensa de los Derechos Humanos, Enrique Irazoque Palazuelos, después de que Aarón Mastache Mondragón dejara el cargo porque lo sucede ser especialista en derechos humanos por la Universidad Castilla-La Mancha en España; y cuenta con la Maestría de Derechos Humanos y Democracia por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales.

Desde 2000 Irazoque, durante el sexenio de Vicente Fox, fue funcionario de la Comisión Estatal de Derechos Humanos de Nuevo León, donde fue visitador adjunto y, en enero de 2013, sexenio de Peña Nieto, fue nombrado Segundo Visitador General.

En la administración pública federal se ha desempeñado dentro de la Secretaría de Gobernación como director de Implementación y Seguimiento de la Reforma Constitucional de Derechos Humanos, como director general Adjunto para la Atención de Víctimas de Violaciones Graves a Derechos Humanos en la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas y como director general de Acciones de Búsqueda en la Comisión Nacional de Búsqueda de Personas, conflictos que como no pudo resolver lo cambiaron al Mecanismo para que siga desapareciendo a los vulnerables.

Los desaparecidos son un problema que crece porque no se definió a tiempo ni se puso la debida atención, ni hubo el compromiso necesario.

Es integrante del claustro de docentes de la Maestría de Derechos Humanos de la UANL. Es decir, cargos clave para conocer activistas, comunicadores, intelectuales, catedráticos que aporten datos para proteger los privilegios de una minoría que, si bien ha dejado de estar en el poder, no desperdicia espacios para conocer más y mejor a sus contrincantes.

También infiltra vigilancia disfrazada de protección a jueces, magistrados, ministros que deben cuidarse de estos escoltas que espían a los protegidos.

Irazoque es el campeón de los infiltrados en el Mecanismo, porque hay periodistas que en el gobierno de Peña Nieto nunca tuvieron problemas de poner en duda su auténtico peligro ante el libre desarrollo de su profesión, fue a partir de este sexenio que comenzaron los burócratas a “depurar” la plantilla de protegidos para mostrar que ellos estaban de acuerdo con la austeridad pero no dijeron que también estaban de acuerdo con el asesinato, es decir, la complicidad voluntaria o involuntaria con los homicidios, existe.

Uno de los factores que definen la manera de otorgar un derecho, al decir que se trata de beneficiarios los que están bajo el resguardo del mecanismo como si se tratara de un programa social. En realidad, se trata de una protección cuya ineficacia acabó con las posibilidades de prevención para convertirse en una oficina reactiva que responde no a la protección sino a la muerte, al homicidio, al asesinato.

Ahora, el objetivo del Mecanismo radica en arrebatar la seguridad a los periodistas vulnerables en lugar de proteger sus vidas en nombre de la austeridad como si el fin último del gobierno y esas oficinas fueran gastar menos aunque haya más muertes violentas.

Ahora, para arrebatar la protección, el Mecanismo instrumenta un nuevo método de purga, que consiste en convencer a sus escoltas para decirse víctimas de maltrato de los periodistas y desestabilizar así el servicio y, en caso de que el comunicador no se defienda, le quitan la protección, argumentando violencia verbal contra quienes protegen su integridad.

Esta forma de “trabajar” engaña no sólo al subsecretario Encinas o a la secretaria Luisa María Alcalde Luján sino al propio Presidente de la República, quien al parecer considera que hay eficiencia en el Mecanismo y no una oficina de infiltrados, espías donde lo que menos les importa es la vida de los comunicadores.