Por Libertad Bajo Palabra 

Una persona descarada es aquella a la que a pesar de que se le descubre una acción flagrante, a pesar de que se le desenmascara, sigue actuando como si llevara la máscara puesta. No es posible que, a estas alturas, cuando es más que evidente el conflicto de intereses en que vive su familia, el presidente Andrés Manuel López Obrador siga actuando como si fuera una persona honesta, honrada, incorruptible. López Obrador y su equipo de comunicación se la pasó el fin de semana completo tratando de encontrar la respuesta adecuada al escándalo sobre las casas en Houston en las que ha vivido su hijo José Ramón López Beltrán.

Todo un fin de semana para que lo único que se les ocurriera fue decir: «En este gobierno no tienen influencia mis hijos, no se le da contrato a ningún recomendado (…) está complicado meterse porque al parecer la señora tiene dinero y no tiene nada que ver con el gobierno». Pero no sólo eso, ardido por el golpe en sus partes nobles, el presidente fue despiadado contra Carlos Loret de Mola: «Carlos Loret de Mola es un golpeador, mercenario y sin principios».

En este último trienio del gobierno de López Obrador vamos a ver a un presidente que poco a poco se va a ir quedando solo, muy solo; como dijera nuestro admirado René Avilés Fabila, será “El gran solitario de Palacio”. ¿Cómo se puede la gente seguir apoyando a semejante descarado?