* En América Latina y el Caribe más del 13% de los adolescentes de 10 a 19 años padecen un trastorno mental.

**En México, la prevalencia es del 12.1%.

Por Alejandra Cortina

Ha pasado más de un año desde que la Organización Mundial de la Salud (OMS) decretó el estado de pandemia por COVID-19. Desde entonces, las medidas para salvaguardar la integridad de las personas han sido diversas, destacando entre ellas la restricción a la movilidad, el distanciamiento social y el confinamiento, las cuales han impactado de manera desigual a los diferentes grupos poblacionales.

Al respecto, uno de los grupos de edad que ha experimentado con mayor fuerza los efectos de dichas medidas son los niños, niñas y adolescentes (NNA), pues  han tenido que permanecer la mayor parte de su tiempo en casa, alejados de lugares habituales de interacción social como son las escuelas, espacios deportivos y comunitarios que cumplen una función importante en su desarrollo integral porque facilitan  la interacción con iguales,  el aprendizaje, socialización y desarrollo de habilidades emocionales.

Ante este panorama, la Organización Mundial de la Salud presentó el Informe “Estado Mundial de la Infancia 2021”, que da cuenta de la salud mental de la niñez y proporciona datos sobre la frecuencia en que se presentan los trastornos mentales. Cabe señalar que dicho documento señala la necesidad urgente de prestar mayor atención a los factores protectores y de riesgo asociados al bienestar emocional.

De acuerdo con la OMS, en “2020 vivían en el mundo más de 1.200 millones de adolescentes de entre 10 y 19 años, y las estimaciones indican que más del 14% padecía un trastorno de salud mental”.

Con respecto a América Latina y el Caribe (ALC), se estima que la prevalencia entre los NNA de 10 a 19 se aproxima a los 16 millones, es decir, más del 13% . Entre los trastornos registrados se encuentran: depresión, ansiedad, trastorno bipolar, alimentación, espectro autista, conducta, esquizofrenia, discapacidad intelectual idiopática, déficit de atención/hiperactividad (TDAH) y un grupo de trastornos de la personalidad.

En México, el 12.1% de la población de 10 a 19 años vive con un trastorno mental, este porcentaje corresponde a 2,664,151. Las estadísticas para nuestro país, también reflejan que los niños son diagnosticados en mayor medida (1,382,310 niños) en comparación con las niñas (1,281,841). Si a simple vista las cifras parecen altas, hay que considerar que existe un sector de la población que no por diversas causas no tiene acceso a los servicios básicos de salud, en especial a los servicios de salud mental por lo que no forma parte de esta estadística y muy posiblemente no cuentan con la atención necesaria.

Además, en ALC se observa que con mayor frecuencia los NNA de 10 a 19 años, presentan “Ansiedad y Depresión” (47.7), predominando en las mujeres (62.6%) en comparación con los hombres (33.8%). 

Resulta clara la urgente necesidad de prestar mayor atención al bienestar emocional, así pues, Henrietta H. Fore, Directora Ejecutiva de UNICEF afirma que “Cuando dejamos de lado la salud mental de los niños, socavamos su capacidad de aprender, trabajar, establecer relaciones significativas y hacer contribuciones al mundo. Cuando descuidamos la salud mental de los progenitores y los cuidadores, no les apoyamos para que nutran y cuiden a sus hijos de la mejor manera posible. Y cuando obviamos los problemas de salud mental en nuestras sociedades, ponemos coto a la conversación, reforzamos el estigma y no permitimos que los niños y los cuidadores busquen la ayuda que necesitan”.

En definitiva, cuidar de la salud mental es igual de importante que cuidar de la salud física. Además de hacer conciencia a nivel individual, familiar y social, resulta necesario que se garantice el acceso a los servicios de salud en esta materia para toda la población, con especial énfasis para las personas que viven en situación de vulnerabilidad.

En este sentido la OMS reconoce que la “pobreza, la discriminación y la marginación pueden tener un profundo impacto sobre la salud mental”, además, durante la pandemia estas situaciones se han recrudecido incrementando además la pobreza material, la violencia por razón de género, así como el incremento del trabajo infantil, factores que han afectado de manera desproporcionada a los NNA.

Aunque es posible estimar los efectos de la pandemia desde el punto de vista económico, en lo referente a la salud mental, solo podrán medirse en el largo plazo, por eso resulta importante empezar a actuar hoy, desde lo inmediato. En la familia, resulta fundamental prestar atención a las necesidades y expresiones emocionales de los niños y niñas, identificar cuando muestren cambios abruptos en el comportamiento o en el estado de ánimo, en los periodos de sueño y/o de alimentación, hablar con ellos y de ser necesario buscar ayuda profesional.  Por otro lado, resulta imperioso que las familias utilicen la disciplina positiva que se fundamenta en el diálogo y la reflexión, evitando las formas violentas que lesionan física y emocionalmente. 

Finalmente, permitir que los niños y adolescentes convivan con sus iguales evita el aislamiento social que a “su vez puede provocar trastornos de salud mental, como autolesiones, ideas suicidas”, desde luego con las medidas preventivas.