El asesinato del presidente Jovenel Moïse en Haití se ha convertido en el epicentro de un terremoto geopolítico en el Caribe, que va más allá de lo social y lo político.

Porque en el extremo izquierdo de la que alguna vez fue conocida como la isla de “La Española”, el crimen organizado hoy tiene el panorama despejado para seguir creciendo y operando en un punto geográfico estratégico, que se encuentra cerca de Venezuela, Cuba y Florida.

¡Mejor imposible para sus sueños guajiros! Peor imposible para la agenda de Biden.

Puesto que ahora que su deporte favorito se ha vuelto gritarle al mundo que “Estados Unidos está de regreso”, Haití definitivamente estará en su agenda, y más aun estando tan cerca del puerto de donde salen la mayoría de sus exportaciones agrícolas hacia Europa.

Todo es cuestión de imperativas geopolíticas y la alerta sube cuando bajo el radar están las bandas criminales que involucradas en un tráfico letal, intercambian drogas por armas.

Parece una película de Francis Ford Coppola rodada en el Caribe, pero la realidad es tan cruda que la supera. Con todo y que el sol de la isla pareciera diluir por instantes, entre risas y música adornada por tambores despabiladores, la miseria de una población que en su mayoría vive con menos de dos dólares al día.

Lo bueno es que el sol sale cada día… y es ahí cuando lanchas cargadas hasta con 3,000 libras de mariguana zarpan de la costa de Jamaica y cruzan el Caribe a toda velocidad hasta la isla del méringue, —que por motivos de orgullo nacional no se recomienda confundir con el merengue de la vecina República Dominicana—, en donde canjean drogas por pistolas y armas de asalto de alto impacto que a su regreso, venden por partes o al por mayor.

No obstante, Haití no es la única fuente de armas ilegales en Jamaica. También hay algunas que llegan de contrabando desde Estados Unidos ocultas entre otros productos importados, pero esa es otra historia.

Mientras tanto, del otro lado del Caribe, la cocaína pasa casi sin ninguna restricción desde Colombia hacia Venezuela y desde ahí llega en aviones que originalmente salieron de México, hasta Haití, República Dominicana y Las Bahamas.

Sin embargo, al estar envuelto en una pobreza que abre las puertas a cambio de pan, Haití se ha vuelto el punto más débil de la región y el tráfico de drogas se ha duplicado en los últimos quince años. Llegando a representar el 10% de las sustancias ilícitas que llegan a EEUU, y que incluso es mayor con las que tienen como destino Europa.

Situación que probablemente aumentará con las ondas sísmicas que se propagan en todas direcciones, después del asesinato de un presidente que fue elegido con tan sólo 600,000 votos de un país de 11 millones de habitantes, y al que le fue imposible gobernar un país que reflejaba cada mes más su anarquía, enmarcada por el aislamiento y la ineptitud de las fuerzas policiales que ofrecen a los traficantes un camino sin obstáculos, que está tan sólo a ocho horas en lancha de Colombia y Venezuela, si es que el criminal decide perder “el glamour” de la vía aérea.

Ahora el Estado no tiene ni pies ni cabeza, mientras que el crimen sigue organizado, y surfeando de manera despreocupada las ondas trepidatorias del terremoto geopolítico que iniciaron los balazos que acabaron la vida y las aspiraciones dictatoriales de Jovenel Moïse.

Cuando el Estado pierde, el crimen gana.

El último en salir apague la luz.

@HenaroStephanie