Pudiera o podría, en un momento determinado, ser producto de una lamentable alucinación, pero todo hace pensar y creer que estamos a punto de llegar y ser testigos de un cataclismo  de dimensiones inconmensurables.

No se trata de vaticinar o ser agorero de una fatalidad. Jamás. Simplemente es necesario apuntar que, luego de lo que se ha observado en la semana que recién acaba de terminar, que se camina a pasos agigantados para alcanzar el punto máximo de éxtasis político, lo que presagia que barrunta una tempestad muy fuerte o un fatal cataclismo.

Las declaraciones de los últimos días, la exhibición de documentos, la presentación de videos, los señalamientos directos de corrupción, tráfico de influencias, nepotismo y otras linduras más que han salido a la luz pública, y que han dejado a la intemperie a todo un órgano gubernamental cuyos afanes se había establecido en la pulcritud y la honestidad a prueba de balas, ha sido derrumbada de manera estrepitosa y las respuestas en contrasentido no se han hecho esperar.

La declarada guerra de medios de comunicación contra el poder gubernamental y viceversa, en la semana que ha terminado recientemente, ha llegado al cenit. O sea, por primera vez, en los casi 40 años que tenemos de vejecer el periodismo, nunca se ha visto que un conflicto entre prensa y gobierno llegara hasta su punto más alto.

Hoy, aunque pareciera que ya todo se ha dicho, parece que faltan más temas por salir a la luz pública y, por ende, las respuestas más recalcitrantes y ácidas, también tendrán que salir a flote.

 Esperemos y estaremos atentos para que la sangre no llegue al río y que ante los señalamientos y las encendidas respuestas que generan estar bajo un estado de ofuscación, prevalezca, primero el sentido común, impere la razón y que el estado de Derecho se mantenga por encima de cualquier disyuntiva.

El mundo se encuentra convulso. En el viejo continente, tambores de guerra se mantienen en sonido constante y la presunta invasión a Ucrania por parte de la ex Unión de   Repúblicas Socialistas Soviéticas, mantiene acuartelados y en estado de máxima alerta a los altos mandos de los Estados Unidos, quienes se muestras listos y prestos para  intervenir y evitar la invasión.

El cataclismo del que hablamos líneas arriba, no queda circunscrito al territorio nacional mexicano.

Los astros se están moviendo y la llegada de un inminente conflicto bélico está a la vuelta de la esquina. Allá y aquí también.

Que las aguas no se salgan de madre y tomen su cauce por el bien de todos, es nuestra humilde opinión y nuestra  respetable súplica.