Doña Clemencia, era una mujer muy buena, que a todo el mundo ayudaba. Sin duda, hacía honor a su nombre.

A doña Clemencia, toda la gente del pueblo y de los alrededores, se le acercaba para pedirle un apoyo, una palabra de aliento o algún consejo.

Cabe comentar que doña Clemencia, era una mujer de edad avanzada y poseía conocimientos sobre todos os temas que se le quisieran preguntar. Lo mismo llegaba a verla una señora para que le dijera porque su hijo iba mal en la escuela o para que le informara de alguna infidelidad del cónyuge.

Los aspirantes a algún cargo público, se acercaban a doña Clemencia para que les predijera si tenían oportunidad de salir vencedores en los comicios,  novios despechados que buscaban una pócima para recuperar el amor de su prenda amada o para sacarles un mal espíritu que los estuviera atormentando.

En una ocasión, hasta el domicilio de doña Clemencia, llegó un hombre entrado en años, de piel cobriza, en su aspecto se veía que era rudo, pero su semblante y sus ojos denotaban una profunda preocupación.

Al momento de entrar al santuario de doña Clemencia, el hombre, cabizbajo, no encontraba las palabras para explicar el problema que llevaba a cuestas y que era el motivo de su preocupación y de su presencia en ese lugar.

Doña Clemencia, con infinita paciencia, espero a que aquel hombre, controlara sus emociones y le dijo:

-Puedes hablar, te escucho, dijo la noble anciana.

-Doña Clemencia, dijo el hombre, “vengo a pedirle clemencia para mí y para mis hijos”

-Explícame, no entiendo, dijo la sabia mujer. ¿Qué es lo que pasa contigo y con tus hijos?

-Fíjese, gran señora, que  desde hace mucho tiempo, yo me he dedicado a diferentes actividades dentro del sector público, he ocupado cargos muy importantes y todo me había salido bien, no encontraban mis enemigos, ni un solo elemento para atacarme o defenéstrame. Pero – añadió- de un tiempo para acá, todas las cosas me han empezado a salir mal y ya no sé qué hacer. Me siento perseguido, asediado, acorralado y sueño que me atrapan y me encarcelan.

Por el lado de mis hijos –agregó el hombre- los problemas se han incrementado y parece ser que les contagié mi mala suerte, porque también todo les está saliendo al revés.

Uno de ellos, el menor, actual presidente del Comisariado Ejidal de su pueblo, sostiene rencillas personales con de cacique de la comunidad, a quien ha tildado de “estúpido y de decir estupideces”, se ha metido en problemas porque quiere que su hermano se convierta en presidente del Comisariado Ejidal de la misma comunidad; pero el hermano que quiere que su hermano le deje el cargo, tenía varios años viviendo en otra comunidad, bastante alejada y por no tener la residencia que marca la ley, le han negado la oportunidad de alcanzar el cargo.

Lo peor de todo esto, -señaló el hombre aquel-  es que para pretender alcanzar el cargo, mis dos hijos se confabularon y presentaron documentación apócrifa, los que ha dejado en total estado de vulnerabilidad y hoy corren el riesgo de ir a prisión.

La anciana lanzó un hondo suspiro y entendió que la situación de aquel pobre hombre era por demás de complicada. Entonces le dijo:

-Mira, “yo soy Clemencia, empieza por ahí, empieza a pedir clemencia”

Nota: Esta historia continuará.