Alfredo Bielma VillanuevaAlfredo Bielma Villanueva

El actual régimen político mexicano surge de los principios y postulados de la Revolución de 1910, estructurados legalmente en el marco constitucional de 1917: “Sufragio efectivo y no reelección” fue la expresión utilizada por Madero en su campaña por la presidencia; “México es una república federal representativa”, postula el articulo 40 constitucional; es democrática porque la ciudadanía elige a sus representantes, y se conforma con estados libres y soberanos; la división de poderes es un principio fundamental, garante del equilibrio de las instituciones, si esta condición se desestabiliza la nación entra en serios conflictos políticos. Durante muchos años, desde la etapa hegemónica del PRI y pese a su dominio monopólico del poder la evolución política del pueblo mexicano caminó sin sobresaltos, no sin titubeos el PRI reconoció sus primeras derrotas en ciudades capitales, y en 1989 reconoció sin chistar su primera derrota en gobiernos estatales, cuando el PAN le ganó la elección en Baja California, y en 1997 entregó al PRD la primera Jefatura de Gobierno ganada por elección, en la primera todavía no había IFE, en la segunda sí, y ya había perdido Guanajuato, Chihuahua, después Zacatecas y Tlaxcala, todo por la vía pacífica y democrática hasta la primera alternancia presidencial en 2000. La segunda alternancia fue en 2012 cuando el PRI recobró la presidencia, la tercera en 2018 porque Morena encumbró a López Obrador, o viceversa.

Ya en la presidencia, López Obrador inició una política de demolición del orden establecido con la idea de instaurar lo que denomina Cuarta Transformación, esa tarea incluye o lleva implícita la sustitución de instituciones como lo ha venido haciendo, ignoramos si logrará a cabalidad su propósito porque queda a cargo de la ciudadanía mexicana impedirlo o apoyarlo. Este suceso trae a la memoria la teoría del gobierno revolucionario surgida de la Revolución Francesa en tiempos de Robespierre: “La teoría del gobierno revolucionario es tan nueva como la revolución que la ha traído. No hay que buscarla en los libros de los escritores políticos, que no han visto en absoluto esta Revolución… El principio del gobierno constitucional es conservar la República; la del gobierno revolucionario es fundarla. El gobierno constitucional se ocupa principalmente de la libertad civil; y el gobierno revolucionario de la libertad pública. Bajo el régimen constitucional es suficiente con proteger a los individuos de los abusos del poder público (Estado de Derecho); bajo el régimen revolucionario, el propio poder público está obligado a defenderse contra todas las facciones que le ataquen (¿el compló?). El gobierno revolucionario debe a los buenos ciudadanos toda la protección nacional; a los enemigos del pueblo no les debe sino la muerte», eso escribió Robespierre en “La Teoría del Gobierno Revolucionario”. Esta no es evocación por mera ocurrencia, porque a la vez sugiere una analogía con la inscripción de Marx y Engels en el Manifiesto del Partido Comunista: “un fantasma recorre Europa…” ¿o América?