El Club de Periodistas de México A.C., delegación Veracruz -que en nuestra entidad cada año regala reconocimientos como si fueran palomitas- tuvo ayer un gesto encomiable. Su titular José Uriel Rosas Martínez, firmó una carta dirigida a Andrés Manuel López Obrador, a modo de reclamo y manifestación de dolor y queja por el asesinato del periodista Antonio de la Cruz, ultimado en Ciudad Victoria, Tamaulipas este miércoles 29 de junio. Casi a la media noche no he sabido de marchas, protestas, cartas de asociaciones de periodistas, velas encendidas para enterar a los cobardes asesinos que habemos muchos ofendidos, tristes, dispuestos a luchar por la justicia en torno a Antonio de la Cruz y Yesenia Mollinedo y su compañera Johana García y tantos antes y tantos hoy y tantos que -sabemos- vendrán para ser obligados a marchar en las garras de la violencia. Uno de los problemas de la violencia es que de tanto repetirse se vuelve cotidiana; la muerte cruel termina convertida en un escenario de impunidad inevitable. Eso nos ocurre a los periodistas. La muerte de uno más es devorada por el silencio tan poderoso como cobarde. De algún modo -o de muchos- los periodistas nos resignamos a que nos pisoteen y nos maten… Y eso nos convierte en un gremio de párvulos políticos indignos del encargo histórico que presumimos llevar en ristre… Al carajo con las declaraciones políticas y las frases trilladas y babosas interpretadas a tono plañidero: «vamos por ellos, que sepan que no habrá impunidad…que sepan que nadie está por encima de la ley…». Basura! Patrañas! El Estado de derecho ha sido violado y los rufianes se regodean encima del trofeo de nuestros cadáveres vivos y de nuestros huesos muertos… Antonio de la Cruz tomó su turno y a nadie parece importarle… Somos una sociedad indigna del legado puesto en nuestra frente… A los interesados únicamente nos queda el oro pequeño de los trigos, heredado por la indomable Enriqueta… Eso y el coraje indescriptible.