El Presidente de la República, quien colocó a sus adversarios, disfrazados de comunicadores, en el ridículo. Luego de un desvanecimiento que no justificaba la alteración de los reporteros ni la desestabilización de los medios, aprovechó para recuperarse de salud, pero es un experto en hacer de lo malo algo beneficioso y así actuó en consecuencia.

Sabiamente dejó pasar el tiempo, los días pasaban mientras los rumores crecían. Aparecieron las especulaciones, los cuentos, las versiones inventadas, las fantasías y hasta los deseos de que muriera.

En el centro de esta situación los reporteros muestran que no están acostumbrados a creer en los gobiernos, porque vivieron en sus entrañas y saben que la mitad de lo que dicen es mentira. Ellos ayudaron a los gobiernos a difundir sus mentiras. Así se hicieron famosos muchos líderes de oposición y grandes reporteros que sólo le echaban a la noticia algo de su cosecha y se volvían héroes que hasta premios ganaban.

Ante este escenario informativo el Presidente lanzó el anzuelo y cayeron varios peces que murieron por su boca. Hasta el momento no se sabe si calificar de adicción por el ridículo o vocación delictiva de los periodistas, con muchos años ese trabajo, que fueron convirtiendo su trayectoria en activismo político hasta llegar a insinuar que el Presidente estaba grave, sin ocultar sus deseos de verlo muerto.

Pero a su paso por la especulación y la mentira los “profesionales” de la información quisieron arrasar con todo, ya se sentían liberados del Presidente, así que, de una vez trataron de enfrentarlo con sus cercanos colaboradores diciendo que Adán Augusto López y Jesús Ramírez se contradecían, cuando en realidad estaban actuado bajo las instrucciones de López Obrador, a los que contradecía era a ellos, los periodistas, que exageraron en todo momento el estado de salud del Presidente.

Además, argumentaban que había hermetismo en relación con el estado de salud, cuando siempre se informó la verdad y con puntualidad, lo que querían los mercenarios de la información era la espectacularidad de una crisis política, un vacío de poder, un desvanecimiento del gobierno, un infarto de la administración pública. Los periodistas de lujo estaban acostumbrados a vivir del subsidio del gobierno se mostraron a sí mismos como son, descubrieron el origen de sus fortunas, evidenciaron de qué lado de la verdad están.

Porque la mentira no es una prolongación de la libertad de expresión sino su contraparte, su enemiga, su asesina letal. Esta vez el escándalo fue la actitud, la acción, la imprudencia de algunos, dizque periodistas, ahora exhibidos como enemigos de la verdad, y la noticia no fue la recaída del Presidente sino la siniestra presencia de una prensa que parece partido de oposición, y que se aleja cada día más de la verdad.

Imposible prescindir de las conferencias mañaneras con este tipo de informantes que sólo especulan y agreden a los mexicanos en uno de sus derechos más importantes como estar informados. Hacía falta un suceso así para que sólitos cayeran como moscas los periodistas que aseguraban que el médico del Presidente no tenía ética profesional al platicar a sus familiares que había sufrido una embolia. La magnitud de la historia es la magnitud del odio, y esto no pudieron esconderlo.

Quieren que le vaya mal al Presidente, aunque al país le vaya mal. Y esto lo demostró más de un periodista que se inventó el estado de salud del Presidente, después dijeron que la información se las había proporcionado una fuente que nunca le había quedado mal y que eran serias las filtraciones de información sobre la salud del Presidente. Lo cierto es que aprovecharon el momento de aparente vulnerabilidad para deshacer mediáticamente al presidente, hacerlo ver débil, convertirlo en cadáver, por lo menos en los medios.

Mientras esto sucedía el Presidente medía a sus enemigos, sonreía o hasta soltaba una carcajada, calculaba sus próximas jugadas y volvía a colocarlos en la línea de fuego de la burla de la población. Otra vez lo agarró de tontos, los dejó jugar con su imaginación hasta que los mostró como unos desquiciados tratando de adivinar una realidad que desconocen.

Los periodistas convencionales están perdidos, su credibilidad sufrió un infarto, porque anteriormente tenían información filtrada de secretarios de estado, de subsecretarios que querían deshacerse de su jefe, de funcionarios que compartían moches con los periodistas, burócratas de altos vuelos que señalaban corruptos falsos para ocupar su lugar y ejercer la corrupción, etc. ahora tienen cerradas las puertas de alta política mexicana. Esa ahora la maneja un solo hombre. Ya no hay desayunaderos políticos, no hay ruedas de prensa secretas que escondían complicidades, no hay información de primera mano.

Hay enemigos en casa, desde luego, pero n una abierta consigna que se mostraba en cualquier restaurante de lujo donde aparecían políticos compartiendo con los periodistas un desayuno injustificadamente caro.

Los comentaristas y líderes de opinión ya no tienen información certera y lo demostraron esta vez con toda claridad. Se volvieron la burla de los mexicanos y del resto de los comunicadores que sí tienen vocación realizan su trabajo sin ofenderse de réplicas del presidente ni reclamos de ver la libertad de expresión coartada. Porque los primeros que se dicen ofendidos con los “ataques” del presidente a los periodistas son los periodistas especuladores que quieren saber dónde estaba el Presidente como si debieran saber su ubicación exacta para aniquilarlo.

En cualquier país del mundo el lugar donde se encuentra el mandatario en tiempo de enfermedad o crisis es un secreto de Estado, pero en México se preguntó en repetidas ocasiones sobre su ubicación y siempre se informó dónde estaba. Pareciera como si quisieran el sitio exacto donde se encontraba para ir a matarlo. A eso le llamaron hermetismo los falsos periodistas que hacen de la especulación una manera de ganarse la vida aunque al final de sus carreras nadie crea en ellos.

Así como lo periodistas cruzaron la línea de lo permitido así el Presidente elevó su popularidad sin precedente en los mementos de un ligero desvanecimiento. Hasta los atletas se desvanecen luego de concluir una carrera, con mayor razón alguien que trabajo los siete días de la semana sin descanso.

PEGA Y CORRE

Trataron de ocultar la muerte de una mujer de la tercera edad en Tecamac, luego de que una lona se derrumbara en un acto de campaña de la candidata de la alianza opositora Alejandra del Morral. También hubo 17 heridos.