Después de estar con escalofríos y dolor de espalda, acudí al médico. La botarga del Dr. Simi me recibió con su baile circunférico y mis ganas de tlaclearlo aparecieron. El gordito simpático, sonriente y bigotón me contagió de su sonrisa. Por un momento mi malestar desapareció. ¡Vaya que si la mente es poderosa!

Por la mañana no podía levantarme. Daba uno, dos, tres pasos y me dolían todos los huesos, la espalda. Un sudor frío apareció de la mano de una nariz congestionada. 

Mi paranoia, como ruleta rusa, giraba alrededor de todas las enfermedades habidas y por haber: dengue, covid, influenza, gripe.

Un consultorio austero y frío escucho mis achaques. Mientras la doctora prescribía la receta pregunto que si había un problema con un piquetito. Le dije que no. Cuando leí la receta decía 5 inyecciones de 50 mil unidades.

Mientras terminaba de leer, mis nalguitas se iban desinflando al igual que mi bolsillo. Pagué más de mil pesos en medicamento por no adquirirlo con el Dr. Simi. Por cierto, ¿dónde quedaría la atención médica y medicinas gratuitos para la población?

El sistema de salud pública en nuestro país está desecho y abandonado. Conste no lo dije yo, sino cierto personaje que se comprometió a mitad de su sexenio a establecer un sistema de salud como el de Canadá u Holanda.

No todos nos ocupamos de nuestra salud. Me atrevo a asegurar que gastar más de 30 mil pesos en un iphone alimenta el ego y la vanidad, sin embargo, no destinamos tal cantidad para un chequeo general.

El autocuidado y los hábitos saludables son la clave para una vida sana y deben tener el primer lugar de nuestras prioridades.

Alimentarnos correctamente, hacer ejercicio con cierta regularidad, manejar adecuadamente las emociones y descansar, son el pilar de la buena salud.

Cuidar de nosotros mismos nunca será egoísmo, al contrario. Es el punto de partida para cuidar a los demás.

Deberíamos tener conciencia que no hay hora ni día para enfermarnos. Se acerca un invierno que, dicho por los expertos, será crudo. Yo no sé ustedes, pero prefiero que me enciendan las velitas de un pastel de cumpleaños que de un cirio.