Alfredo Bielma VillanuevaAlfredo Bielma Villanueva

A estas alturas de lo observado de la trayectoria y conducta políticas de Andrés Manuel López Obrador pocos pudieran regatearle su intuición y capacidad para percibir los pormenores del escenario nacional. Por esta razón es posible concluir que su decisión de adelantar las señales para el juego sucesorio tiene por base el resultado de su escrutinio para mensurar la situación de su gobierno, la de sus opositores y los incidentes que pudieran surgir acercándose los tiempos. El mismo diseño de sus destapes llevó de manera inherente la clave al dejar fuera a Ricardo Monreal, quien junto con Ebrard tienen colmillos retorcidos en esas lides y no se quedan al margen del proceso; incluso, Monreal agregó al Secretario de Gobernación, porque, dice, la ortodoxia política a sí lo determina. A cada cual sus circunstancias. La entrevista de López Dóriga formulada ayer a Ricardo Monreal ya debe haber sido analizada a detalle en Palacio de Gobierno, aunque Monreal fue muy claro: si no convence al presidente de ser la mejor opción de MORENA de todos modos se mira en las boletas en 2024. Enfatiza “Si hay exclusión habrá división (en Morena); si no hay apertura, habrá ruptura y nadie desea eso”, o sea, pide piso parejo. La pregunta es si el presidente acepta jugar con otras reglas que no sean las suyas, luego entonces eso de la “ruptura” flota en el ambiente. El otoño de 2023 será el escenario de esa prospectiva.