Por Juan Iván Salomón

Este aspirante a columnista,  cede caballerosamente la palabra a su compañera Yaretzi, por así haberlo dispuesto ella. Ya saben, donde manda la crush, no decide el reportero.

Hola, amigues, soy Yaretzi López, maestra normalista y comunicadora, me fascinan las fiestas, el canto, el baile y la lectura. Ya viene el 2 de febrero y la celebración de una de mis festividades favoritas, el emblemático Día de la Candelaria, en la maravillosa y siempre alegre Tlacotalpan. Antes de haber leído la magistral obra literaria de Paulo Coelho, conocí el río Papaloapan y, al igual que Pilar la de la novela, recorrí sus márgenes, nadé, me enamoré y lloré.

Preveo una fiesta distinta a las de anteriores años, por la pandemia no debe haber aglomeraciones. Aunque no imagino un huapango con pocos espectadores. Desde pequeña he admirado a esos señores ensombrerados bailando zapateado con damas especialmente ataviadas para la ocasión; también a  los jaraneros y demás músicos que amenizan el ambiente.

Tierra del inmortal Agustín Lara, porque aquí nació o porque  la adoptó como población natal; eso es lo de menos, Tlacotalpan es patrimonio de la humanidad y de tantos trovadores, decimeros, danzantes y pescadores. Aquí todos son  poetas y compositores de versos y canciones. Faltaba más.

No se puede hablar de personajes ilustres de Tlacotalpan sin mencionar al legendario Vale Bejarano, brillante compositor empírico. Cuando le preguntaban de dónde era originario,  poéticamente respondía: “En Alvarado he nacido y en Tlacotalpan vivo”.

Mi mente de niña me lleva a rememorar los toros cruzando el río, lanchas llenas de gente viniendo de distintos lugares, multitudes en calles y sitios públicos, música y bailes por doquier, los internacionales Voladores de Papantla, el famoso Tlen Huicani, el incomparable Mono Blanco e infinidad de grupos artísticos que sería imposible enumerar.

Cómo no evocar el paseo de la Virgen por el río y las calles, los apuestos y gallardos jinetes montando briosos caballos y  escoltándola orgullosos. Y.mil detalles más captados por mi infantil memoria. Sobre todo, la escena de esos soberbios toros estresados entre el bullicio popular.

Durante estas celebraciones conocí a queridas personas procedentes de remotos rumbos. Una simpática maestra francesa, una desenvuelta mexicana que desde hace años radica en Australia, dos divinas poblanas que viven en España, un varonil estudiante panameño, un ingenioso chilango avecindado en Sinaloa y ya ni se diga a cuántos veracruzanos de Xalapa y de distintas ciudades del estado. También cubanos, judíos y turcos, como mi entrañable amiga Leyla, a quien he visitado dos veces en Estambul.

Vayamos a Tlacotalpan, con todas las precauciones por el covid, por favor. Ya ansío la oportunidad de ir a las orillas del río de las mariposas y sentarme a llorar de felicidad, como Pilar.

Así como dicen que Praga es la ciudad más bella del mundo, Tlacotalpan es la más encantadora de Veracruz. Si no la conocen, se las recomiendo. Visítenla  en estas fiestas de la Candelaria o cualquier día.

Yaretzi3322@outlook.com