Alfredo Bielma VillanuevaAlfredo Bielma Villanueva

Para la ciudadanía Xalapeña el asunto de los operadores de las grúas en su impune atraco a los automovilistas de esta región es un lugar común y ya forma parte de su narrativa cotidiana. En realidad, ese fenómeno debe incluirse en uno más de los abusos desde el poder, cobijado por la complicidad corrupta entre las autoridades competentes del caso y los empresarios “grulleros”. “Los pueblos tienen el gobierno que se merecen” es un aforismo semejante a un planteamiento de filosofía política, aunque visto desde el llano más bien sugiere ser la manifestación de un estado catatónico de la ciudadanía, es decir, una población a la espera de alguien que les resuelva sus problemas sin poner nada de su parte. Porque cuando se deja de participar en los asuntos de la cosa pública se corre el riesgo de convertir a quienes depositamos nuestra confianza para gobernar en los “todopoderosos” cuyo arbitrio descansa en su propia voluntad, no en la de aquellos a quienes dicen servir. ¿Cuántas quejas anónimas quedan en las mesas de café o en la tertulia burocrática aludiendo al incontrolable teje y maneje de los señores de las grúas acompañados por un agente de tránsito cuya función es “legalizar el atraco? Hace algunas semanas fuimos testigos de la indignada protesta de un valiente ciudadano que, dispuesto a hacer respetar sus derechos, acudió al extremo de tenderse en el pavimento frente al palacio de gobierno en dramática protesta contra el abuso de autoridad traducido en vil atraco a cielo abierto. Ese gesto de valentía ciudadana provocó reacciones varias, lamentablemente, por el desinterés del ciudadano inerte, ha caído en el vacío y por esa la indiferencia y dejadez el atraco impera impunemente. Fuente Ovejuna permanece adormecida, el “cada uno de nosotros valemos igual que vos, pero juntos somos más que vos”, sigue a la espera del sutil báculo que señale el rumbo de la protesta pública, y el “valiente vive hasta que el cobarde” etc., son pendones de aquel sinfónico cantar de los mítines y marchas públicas: “El pueblo unido jamás será vencido”, que a veces se convierte en fiel constancia de la corta memoria de quienes luchando contra las injusticias, una vez en el poder suelen olvidar el rítmico numen que los cobijó.