El mundo cambió por la pandemia y quienes todavía no se han dado cuenta de estos cambios son los que deben estar a la vanguardia de esas acciones: los políticos.

En el interior del país se realizan mítines de campaña donde los asistentes se sienten inmunes, muchas veces acarreados, a quienes en lugar de regalarles una torta y un refresco deberían darles cubrebocas.

Los candidatos a diferentes cargos de elección popular deberían condicionar la asistencia a sus eventos al uso obligatorio de cubrebocas, pero como de lo que están necesitados es de popularidad y creen medir la asistencia a sus discursos con la cantidad de votos que consideran tener, no les importa que los asistentes no tengan precauciones a la hora de llegar a apoyarlos, ya sea por convicción o bien obligados por la necesidad de una playera o una gorra.

Los políticos se dan el lujo de convocar a sus mítines sin reparar siquiera en la necesidad de tomar en cuenta las medidas sanitarias contra la pandemia, muchas veces ni los candidatos utilizan el cubrebocas, lo que origina una serie de peligros para el regreso de una fuerte recaída que pondría al país en un retroceso luego de tantas lecciones que debió aprender la gente.

La vida y la salud peligran ante tanta gente reunida, incluso con cubrebocas, porque no es suficiente este objeto si la gente prácticamente está una encima de otra. Se empujan para saludar al candidato, se hablan de cerca, gritan de frente a otros, se abrazan, se toman de las manos sin las medidas necesarias que ponen en peligro no sólo su salud sino su vida.

No es momento que los candidatos presuman el número de asistentes a sus mítines, es hora de escuchar a la gente y no de ser escuchados. Ya los mexicanos estamos hartos de discursos de campaña, eso lo hemos padecido muchos años. Ahora es tiempo de escuchar a la población y no crear aglomeraciones innecesarias.

Convocar a mítines implica, por sí mismo, un riesgo. Está comprobado que no toda la gente que acude a los llamados de campaña para ver al candidato vota por él. No podemos seguir esperando los mismos resultados con las mismas costumbres de antes.

La política exige de imaginación en estos tiempos, de creatividad. Ya no pueden repetirse los mismos esquemas para llamar la atención de la gente ni para atraer votos. Un partido político utilizó hasta desnudistas hombres para atraer el voto femenino en Chiapas.

Ese mismo partido se enorgullece de haber reunido 20 mil personas en la Ciudad de México, de las cuales ni siquiera la tercera parte contaba con cubrebocas.

La Secretaría de Salud anunció que ningún estado se encuentra ahora en semáforo rojo, presenta 15 estados en amarillo, 14 en verde y 3 en naranja. Esto puede cambiar si no se actúa adecuadamente en todos los estados de la república.

Para los eventos partidistas por lo regular se traslada gente de un lugar a otro en camiones, donde van coreando y ensayando consignas, canciones, porras sin cubrebocas. Así como el INE fue celoso vigilante en las reuniones de los partidos nuevos para mantener un mínimo de asistentes, así deben cuidar que la gente que asiste a los mítines tome las precauciones necesarias para no contagiarse.

No atender las aglomeraciones en los mítines de proselitismo en busca del voto es llevar al matadero a mucha gente. Candidatos, partidos y el INE tienen una responsabilidad extra que deberán atender de inmediato y que no pueden abandonar.

La medida extrema sería prohibir esos mítines o imponer un máximo de asistentes, pero como se nutren de la cantidad y no de la calidad de sus seguidores la solución al problema es complejo, pero no imposible de arreglar. Con imaginación y voluntad puede lograrse. Muchas veces la política mata.